“Bastará
decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne”. Recuerdo
perfectamente que la primera vez que leí esta frase, en mi adolescencia, abrí
unos ojos como platos y supe que esa obra iba a interesarme. Y vive Dios que lo
hizo: no menos de media docena de veces he vuelto después a sumergirme en sus
páginas y siempre salgo de ellas aplaudiendo a este físico argentino que se
convirtió en un excelente escritor y que me ha dado durante las últimas tres
décadas innumerables horas de felicidad en forma de tinta.
En estas páginas nos
ofrece la crónica de una obsesión, que palpita y crece ante nuestros ojos: la
que siente Castel por María, única persona que ha sabido entender uno de sus
cuadros (así lo sospecha el pintor); única persona a la que de verdad dice
haber amado; única persona a la que, impelido por los celos, la rabia, la
impotencia y la soledad, necesita matar. Juan Pablo, que jamás ha tenido
demasiado contacto con el otro sexo (“Desgraciadamente, estuve condenado a
permanecer ajeno a la vida de cualquier mujer”), se muestra torpe o excesivo en
su trato con María (“Sé que las situaciones imprevistas y repentinas me hacen
perder todo sentido, a fuerza de atolondramiento y de timidez”), a la que
aturde, presiona y asfixia con sus juegos mentales, sus obsesiones y su control
(“Lo que a mí me parece claro y evidente casi nunca lo es para el resto de mis
semejantes”). Sabe que ella está casada, y que su marido (Allende) es ciego, y
que está rodeada por personas importantes como Mimí o Hunter, pero necesita
neutralizarla, aislarla, tenerla para sí, exonerarla de su mundo. María tiene
que estar con Juan Pablo, porque es su alma gemela, los ojos y el corazón que
siempre ha ido buscando. Pero como no puede aspirar a la posesión absoluta,
termina decantándose por el odio: si ella no es capaz de dejarlo todo para
estar con él lo está defraudando (“¡Qué implacable, qué fría, qué inmunda
bestia puede haber agazapada en el corazón de la mujer más frágil!”) y merece
la muerte (“Tengo que matarte, María. Me has dejado solo”).
Libro breve pero
profundamente intenso, El túnel nos
habla de soledades, de egoísmos, de amores mal entendidos, de atrocidades
cometidas por una visión equivocada de las relaciones; y, sobre todo, nos habla
de un observador inteligente de la naturaleza humana, dueño de una prosa
precisa, bella y elegante, que se llamaba Ernesto Sábato.
1 comentario:
Te confieso que yo también tenía esta edición, al menos estaba en casa, pero nunca la leí 😮 ya ni siquiera sé si todavía la tendrá mi padre en casa ¡cuántas cosas nos perdemos! aunque aún estoy a tiempo 😉
Besitos cielo 💋💋💋
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