Lynn
Zapatek ha permanecido durante varios meses ingresada en una clínica y, al
salir, encuentra su mundo tan desbaratado y tan solitario y tan gris como
cuando ingresó: apenas mantiene trato personal
con su madre (aunque procura llamarla por teléfono una vez a la semana), su
casa ha sido asaltada por el polvo (que ella se ocupará de exterminar a partir
de ahora) y su cuenta bancaria parpadea en rojo, lo que la obligará a recurrir
a Heinz, quien le consigue un trabajo como limpiadora en el hotel Eden. En esa
ocupación, Lynn desarrolla una actividad tan minuciosa como maniática: el
polvo, la mugre, las imperfecciones, han de ser atendidas en cualquier lugar
que se encuentren, tanto en la parte visible de los muebles como en las zonas
que quedan ocultas a la mirada. No importa el número de horas extra (no
pagadas) que esa tarea le exija.
Pero el
gran punto de inflexión sobrevendrá cuando Lynn comience a meterse, la noche de
los martes, bajo la cama de uno de los huéspedes y permanezca allí hasta el
amanecer. Cada vez lo hace con un huésped distinto, y se limita a escuchar lo
que hacen: charlar con su pareja, ver la tele, roncar, hablar solos… Un día,
uno de los espiados recibe la visita de Chiara, una ardiente señorita de
compañía. Y Lynn queda tan excitada con lo que escucha e imagina que toma una
decisión que cambiará su existencia.
Novela
sobre la soledad, sobre la introspección, sobre las personas que necesitan
comunicarse y no saben cómo hacerlo, sobre la necesidad que todos tenemos de
ser amados, La camarera, de Markus
Orths, está traducida por Mª José Díez Pérez para el sello Seix Barral, y nos
ofrece una historia tan anómala como tierna, tan excepcional como seductora.
1 comentario:
La he leído hace poco y me ha gustado mucho, es que soy muy cotilla y eso mismo he pensado yo hacer con mis vecinos.
Besitos cielo 💋💋💋
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