Me regaló
este libro, allá por el verano de 2002, mi amigo Pepe Colomer, y lo leí con
agrado. Ahora, dieciséis años después, lo releo; y anoto algunos detalles sobre
el volumen, que me permitirán constatar (si vuelvo a sus páginas en una tercera
ocasión) cómo se mantiene o cómo varía mi opinión sobre la obra con el paso del
tiempo.
Diré en
primer lugar que hay poemas que, por su radical personalismo, no he llegado a
entenderlos del todo (coloqué un signo de interrogación en el margen en la
primera lectura, y continúo sin saber desentrañarlos). Pero creo que el resto
atesoran las más aquilatadas virtudes líricas de su autor: fino humor
sardónico, dulzuras culturalistas, logrados sonetos, descreencia del
nacionalismo más chato y montaraz, etc. Me ha impactado sobremanera la crispada
emotividad de su “Veinticinco pluvioso” (dedicado al crimen que acabó con la
vida de Tomás y Valiente) y me ha galvanizado el erotismo elegante del poema
“De profundis”. Por atreverse, Juaristi se atreve hasta con los poemas en versos
acrósticos, como en “Shermot”; o en acrósticos juguetones, como en “El festón
de Baltasar”.
Muy buen
libro de este poeta vasco, látigo de nacionalistas tontucios, que no tiene
problemas en referirse al “tren blindado de la medianía” y que sostiene con una
indesmayable firmeza que “todo saber se ha de abrir paso siempre hacia arriba”.
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