jueves, 13 de diciembre de 2018

Céfiro agreste de olímpicos embates




Me leo en una tarde la divertida pieza Céfiro agreste de olímpicos embates, de Alberto Miralles (ATT, Madrid, 2004), en la que puede observarse cómo un grupo de actores ensayan un texto del madrileño Calderón de la Barca, y lo modernizan, o lo arcaízan, o se lo inventan directamente… en función de que lo que desee el dispensador de subvenciones del Ministerio de Cultura. Y por debajo de esa línea argumental, latiendo, asistimos a las graves o pequeñas rencillas, trifulcas, envidias, amores y odios que se generan siempre en los grupos humanos cerrados.
Hay instantes de comicidad memorable, como cuando se despachan insultando a un crítico que siempre se les muestra adverso y beligerante (páginas 245-247). En el decurso de esta diatriba no hay más remedio que detener los ojos en vocablos como “jorrochero” (que se inventa Juanjo) o “Pijomuerto”, que no precisa de más aclaración.
No entrará en la historia del teatro español, pero a mí me ha divertido.

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