Muy hermosa me ha parecido, otra vez (la leí hace unos veinte
años), Las lanzas coloradas, de
Arturo Uslar Pietri, que recorro ahora en la espléndida edición de Domingo
Miliani (Cátedra, 2000). Sigue siendo una novela que consigue captar mi
atención desde sus primeras páginas con la delicadeza y creatividad de sus
imágenes.
Si tuviera que elegir algo dentro de ella, excluyendo lo demás
(absurda blasfemia en la que resultaría triste incurrir), me decantaría por el
retrato psicológico de Presentación Campos, por el crudísimo y magistral
capítulo 12 y por ese final agónico, pendular, intenso y lleno de adrenalina que
Uslar Pietri le regala a su protagonista.
Y, por supuesto, siempre flotando la pregunta inevitable: ¿qué
fue de doña Inés, tras seguir la bifurcación equivocada del camino? (Magnífico
argumento para un cuento breve). A veces me lo he dicho a mí mismo, pero debo
cumplirlo: he de leer más novelas de este escritor venezolano, capaz de
escribir frases como ésta: “Ya nadie es un hombre; cada cual es tan sólo una
cosa fatal que sabe destruir”.
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