miércoles, 31 de octubre de 2018

Amores imperfectos




He vuelto (sabía que era cuestión de tiempo) a los relatos de Hiromi Kawakami, de quien ya leí y reseñé en este espacio su delicado volumen Abandonarse a la pasión, publicado por Acantilado. El mismo sello se encarga, gracias a la labor traductora de Marina Bornas Montaña, se poner en nuestras manos Amores imperfectos, donde volvemos a encontrarnos con escenas cotidianas, líricas y dulces; con eficaces segmentos que Kawakami recorta en las existencias de sus protagonistas y que nos permiten aproximarnos a su interior.
Chicas que coleccionan botones de los exnovios que las abandonan. Muchachas que se muestran refractarias a confiar en las bondades de los hombres. Empleadas de supermercado que se enamoran de una compañera y que, sin osar decírselo, se despiden preparándole un sandwich de rodajas de melocotón. Seres que preparan el té con lentitud y silencio. Ventanas que muestran paisajes tan serenos como inalcanzables. Una cesta de la que emerge la voz de una anciana, que ayuda a soportar mejor la soledad a su joven propietaria.
Todo es tan aparentemente fácil que se experimenta durante la lectura la fluidez de los hechos, la tibieza triste de las emociones, las amarguras irrestañables. Y se siente que uno mismo podría convertirse en el redactor de esas líneas, porque la narradora tokiota (como muchas veces Neruda, como muchas veces Benedetti) consigue un estilo tan aparentemente natural que nos impregna con su magia.
Puedo afirmarlo ahora con rotundidad: volveré a Kawakami. Lo tengo clarísimo.

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