Mixing
memory and desire. Con esas palabras de Thomas Stearns Eliot se abre la primera
novela que publicó el jienense Antonio Muñoz Molina, en el año 1986. Mezclando memoria
y deseo. Sería difícil encontrar una fórmula que condensase con mayor
brillantez y con más delicado escrúpulo el espíritu de esta narración
tormentosa, lenta, intensísima, melancólica y seductora.
En ella conocimos
a Minaya, un joven estudiante que, después de haber pasado unos días detenido
en 1969 en los calabozos franquistas, decide volver a su pueblo de origen,
Mágina, para visitar a su tío Manuel, quien fue el mejor amigo del poeta
Jacinto Solana, figura olvidada de la generación del 27 sobre la que Minaya
pretende escribir una tesis doctoral. Al llegar, descubre que Manuel es un
hombre de salud frágil (una vieja herida de la guerra civil erosionó el
equilibrio de su corazón) pero de alma generosa: le abre las puertas de su casa
y trata de facilitarle el trabajo, ilusionado con la idea de que Solana sea
reivindicado universitariamente. Pero las relaciones que Minaya establece con
el resto de personajes no serán tan abiertas ni tan sencillas: Inés, una joven
criada cuya hermosura es tan intensa como los silencios que despliega a su
alrededor; Utrera, un escultor en las postrimerías de su vida, que gozó de una
efímera gloria durante los primeros años de la dictadura y que luego fue
languideciendo; Medina, el médico que atiende a Manuel de su dolencia cardíaca
y que comparte con él sus ideales políticos de izquierda y su descreencia
religiosa; y, finalmente, doña Elvira, la madre de Manuel, que parece vigilarlo
todo desde la atalaya de su habitación y que se muestra suspicaz con la llegada
de Minaya…
Poco a
poco, sabremos que las figuras de Manuel y de Jacinto se vieron unidas por la
presencia de una mujer, Mariana, que mantuvo un delicado equilibrio sensual
entre ambos y que, a las pocas horas de casarse con el primero, fue abatida por
una bala perdida mientras se encontraba asomada a una ventana, en el año 1937.
¿Qué se esconde tras el misterio de su muerte súbita? ¿Quién fue realmente el
culpable de aquel disparo? Minaya descubrirá, paulatinamente, que una de las
esculturas de Utrera conserva los rasgos faciales de Mariana; que doña Elvira
no vio jamás con buenos ojos el enlace de su hijo con una mujer de izquierdas;
y, sobre todo, que Jacinto Solana dejó algunos escritos ocultos en el forro de
una chaqueta y una bala envuelta en papel de periódico. Poco a poco, todas las
piezas irán encajando con diabólica maestría narrativa.
Retrato
de un mundo y de una época malhadada, Beatus
Ille exige una lectura lenta, silenciosa y atenta a los detalles, porque
cada cristal del caleidoscopio tiene su función primordial en el conjunto y lo
dota, al fin, de sentido. Todo puede ser una pista. Todo puede ser un embeleco.
Todo es, a la postre, una mezcla de memoria y deseo, en las exactas
proporciones… Con aquella primera novela, Antonio Muñoz Molina no sólo inauguró
una carrera deslumbrante en el mundo de la creación, sino que conformó un
estilo, un modo de escribir que ha sido infructuosamente imitado por docenas de
escritores.
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