Leí hace
tiempo (hacia 2009 o 2010, si la memoria no me engaña) un libro de versos de
Julio Martínez Mesanza y me causó una estupenda impresión. Después, por la
misma causa por la que recalé en él (la casualidad), no volví a acercarme a
otro de sus libros.
Hoy lo
hago con el delicado y delgado volumen Europa,
editado por la sevillana firma Renacimiento, y me agrada decir que sus páginas
vuelven a cautivarme, desde el primero hasta el último de los poemas. Qué
espléndida sonoridad en los endecasílabos, qué encabalgamientos magistrales,
qué ritmo sublime, qué plenitud literaria. Podría explicarlo con tecnicismos
filológicos o respaldarlo con erudiciones que lo emparentasen a otros grandes
autores, pero lo que me sale es simplemente estar feliz. Feliz por haber
redescubierto una voz exquisita, elegante y magnética, de la que procuraré no
apartarme mucho en los próximos años.
Caballos
moribundos, batallas perdidas, miradas vidriosas, sensación de fracaso, césares
cegados, flechas que atraviesan la niebla o dioses vengativos o silentes
pueblan estas páginas de serenísima belleza.
Anotaré tres secuencias
mínimas del volumen: “La noche es larga, y hombres en la noche, / que nunca han
combatido, inventan armas”. “Poder arroja infamia sobre el tibio / y no acepta
en su guardia a los neutrales”. “No soy feliz, ni lo seré venciendo. / Ya no
quiero vencer”.
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