Cuando
cayó en mis manos esta obra de Philippe Delerm (El primer trago de cerveza), que traduce Javier Albiñana para el
sello Tusquets, me sentí atraído de inmediato por su contenido. En la
contraportada se hablaba de un volumen en el que se glosaban los pequeños
placeres de la vida cotidiana: circular de noche por una autopista, madrugar
para comprar churros recién hechos, saborear la gelidez inicial de una copa de
cerveza, colocarse el primer jersey del otoño… Y tal cúmulo de seducciones
pudieron conmigo y me animaron a sumergirme en la lectura.
Acabadas
las páginas, diré que el libro me ha decepcionado. Para Delerm resultan
sumamente placenteras experiencias como llevar una pequeña navaja en el
bolsillo, ayudar a mondar guisantes, el olor intenso de las manzanas, el ruido
que hace la dinamo de la bicicleta, los vahos calientes, salir con amigos a
coger moras silvestres, deleitarse con la contemplación del Tour de Francia,
pedir al camarero un banana-split, leer tumbado en la arena de la playa o
caminar con los zapatos mojados. Y a mí, francamente, ninguna de dichas
actividades me provoca sino indiferencia, estupor o bostezos. A la postre, creo
que la raíz de mi decepción lectora se encuentra ahí, en el hecho de que
considero que cada persona atesora en su corazón sus propios placeres
inmarcesibles, y que los ajenos le resultan sosos. Por consiguiente, la narración de dichos gustos íntimos no
logra suscitar mi interés; y, manteniéndome ajeno a la sustancia del libro, difícil se me antoja entusiasmarme con su
formulación literaria.
Quizá
pruebe con otra obra de Delerm dentro de un tiempo.
1 comentario:
Ayyyy, las expectativas... últimamente me pasa demasiado, empiezo a dudar de mi criterio 🤗
Besitos 💋💋💋
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