miércoles, 17 de octubre de 2018

Historia en el crepúsculo




Sensualidad. No se me ocurre mejor palabra para condensar las mil emociones que asaltan durante la lectura de Historia en el crepúsculo, de Stefan Zweig, que traduce J. Ferrán y Mayoral para Ediciones Ulises. Y digo bien: sensualidad. Que no es erotismo, ni sexualidad, ni ñoñería. Sólo un talento como el del escritor austríaco podía alcanzar y mantener durante toda la narración un equilibrio tan delicado, tan exquisito, tan tenue, tan seductor.
El argumento es fácil de resumir: Bob, un chico de 15 años que está invitado en el castillo de su hermana, es asaltado en la oscuridad de las noches por una dama cuya identidad no acierta a descubrir, que lo abraza y lo cubre de ardientes besos. ¿Quién es la misteriosa mujer? Tras observar detenidamente a las tres candidatas más cercanas, las hermanas Margot, Kitty e Isabel, llega a la conclusión de que se trata de la primera; y busca la forma de encontrarse con ella a solas, para lograr que lo ame también a la luz del día. Pero Margot no abandona ni un solo instante su frialdad y su actitud desdeñosa, ni siquiera cuando el muchacho, presa de un ardiente frenesí, suba hasta la rama de un árbol para aproximarse a su ventana y caiga de la misma, fracturándose un hueso. La convalecencia le servirá para descubrir cuán equivocado estaba en sus suposiciones.
Pero Stefan Zweig, lejos de limitarse a la composición de una historia romántica, costumbrista o jocosa, adorna los senderos novelísticos con un exuberante abanico de matices, donde tienen cabida el pudor, el sufrimiento, la soberbia, la ingenuidad, el desengaño, las lágrimas o la melancolía, hasta conformar una propuesta de elevado interés literario. Lástima que la editorial no haya cuidado un poquito más, tipográficamente, el volumen.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Teníamos que haber ido a ver una película al cine club, de esas de arte y ensayo, eran mediados de los ochenta y en el instituto hubo un aviso de bomba y se canceló la salida. Al día siguiente el "profe de ética" nos compensó con una lectura en voz alta que iríamos leyendo por orden de asiento; al rato de comenzar, el jefe de estudios entró arrasando y se llevó el libro que desde entonces quedó censurado 😳 Si, en efecto, era este.
Años después pensando que se trataría de algo perverso y obsceno, me hice con él y lo leí a escondidas dispuesta a terminarlo aunque ardiera en el infierno 😈
Lo que me indigné con ese mojigato de jefe de estudios que nos privó de tan hermosa novela...ea.

Besitos 💋💋💋