¿Estamos
ante un “Manual para escritores”? No es razonable dudar de la palabra del
autor, y el propio Manuel Fernández Labrada define así este tomo en la página
13; pero entiendo que la envergadura de Gradus ad Parnassum nos lleva
más allá. Bastante más allá. Porque el jienense despliega en su interior una
increíble disección del mundo literario, una autopsia realista, bien
documentada, que revela las miasmas que burbujean bajo la apariencia satinada
del éxito y que nos pone ante los ojos todos los ingredientes del peculiar
mundillo de la escritura y la publicación: el autor obligado a convertirse en
un mercader cansino, que disfraza con sonrisas y bromas su sofocante afán de
comercial (a veces, ambulante, por ferias del libro, mercadillos y tenderetes),
fatigosamente pesado en redes sociales y donante espléndido de likes en muros
ajenos para recibir luego la devolución en el suyo; las estrategias que deben
acometerse para redactar el capítulo de agradecimientos o la solapa; los
mecanismos sibilinos que conducirán tu obra hasta las manos del crítico, el
reseñista o el youtuber que mejor asperjará sobre ella sus lisonjas; los
consejos que pueden servir para construirse una imagen “literaria” de impacto:
desde la adopción de una mascota hasta la utilización de cuadernillos de
apuntes, pasando por ese blog que será necesario mantener, esos sorteos de
libros que en el fondo te resultarán más perjudiciales que útiles o los trucos
para bautizar la obra con un título seductor y contundente.
Nada
escapa a la atención de Manuel Fernández Labrada, que mezcla con singular
eficacia el realismo con el humor (a veces agrio), la descripción con la
sátira, el lamento con la ironía, la cultura con el pragmatismo. Y revela así
un profundo conocimiento de la literatura y también una profunda y seria
reflexión sobre el teatro mercantil de la literatura, con sus farsas,
sus guiñoles y sus astracanadas, en una época “amiga del pelotazo, del triunfo
fulgurante, del éxito absoluto” (p.115). Y donde se revela imprescindible la
aceptación de que para la obtención de un triunfo literario no basta con el
esfuerzo personal o con la calidad intrínseca de la escritura (“Todo escritor
que aspire a conquistar la fama sin el auxilio de colegas, críticos y editores
correrá parecida suerte a la de un arquitecto que pretendiera levantar una
catedral con sus propias manos. Con el genio no basta”, pp.128-129).
Libro incómodo para numerosos escritores (que se verán retratados, y no sé si serán capaces de aplaudir el análisis, que tantos matices tristes o deprimentes incorpora), pero revelador y divertido para el público externo (que descubrirá ciertas verdades que, situadas ante sus ojos, quizá no había apreciado del todo). Y permítanme antes de acabar una confesión melancólica: dice el autor en la página 130: “Abandonar la escritura porque nuestros libros tienen poco éxito sería como renunciar a las vacaciones porque nadie quiere ver las fotos del viaje”. Yo reconozco que elegí esa renuncia. Pero contemplado dicho abandono desde el paso de los años, la verdad es que no me importa demasiado.
1 comentario:
Esto del éxito en cualquiera los campos, pero muy especialmente en el de la literatura que es el que nos toca, es cuestión difícil de lidiar con ella. Estoy con la última frase del libro de Manuel Fernández y contigo también en que no se debe dejar de ejercitar un placer como el de la escritura por no haber obtenido el eco ansiado. La verdad es que ahí estamos muchos y sobre esa base abundante es sobre la que se alzan otros a veces peores o como poco iguales a los que acallados los sostienen. Pero... es que esto siempre ha sido así. Y no hay que olvidar que junto a la calidad está la industria, el business, las editoriales que deben de buscar sus lógicos beneficios económicos. Cuando estudiamos -y damos clases magistrales o no- sobre literatura obviamos este aspecto y nos centramos en la calidad artística. Pero es innegable que hay muchas minucias y a veces miserias que arrostrar para ir sacando la cabecita de la alcantarilla cual seguidor del Atlético de Madrid en su retorno a Primera División tras su paso por el desierto de Segunda, permíteme el símil humorístico.
Un abrazo
Publicar un comentario