No
es verdad, pese al tópico que quieren pregonar ciertos espíritus románticos,
que los profesores influyamos de forma decisiva en la vida de nuestros alumnos:
son tan variados, y tan diferentes, y tan enérgicos los estímulos que reciben
(familia, amigos, medios de comunicación, redes sociales, ídolos deportivos o
musicales) que afirmar de forma categórica que los profesores brillan de forma
especial en ese entorno es tan aventurado como improbable. Pero sí es verdad
que ciertos profesores dejan una huella muy profunda en ciertos
alumnos, por razones tan variadas que resultaría una pérdida de tiempo
detenerse en ellas.
En
esta interesante novela de Pedro Ramos (Madrid, 1973) se nos cuenta una de esas
historias de magia conectiva. De un lado, tenemos a Alfonso, un profesor con un
presente normal (está en trámites de separación de su esposa, trabaja como
interino de Lengua y Literatura, vive en un “piso de soltero”, es un lector
apasionado), pero con un pasado más impregnado de nieblas, sobre todo por culpa
de un padre alcohólico, que determinó su infancia. Del otro, tenemos a Marcos,
un chico conflictivo que parece obstinado en comprar todas las papeletas para
que le toque en la lotería un futuro turbulento: abusa de la velocidad en su
moto, despliega una actitud provocadora en el instituto, coquetea con la
amistad de ciertas personas poco recomendables, emplea un vocabulario soez…
Como es lógico, esa actitud desafiante y macarra provoca que las expulsiones y
la mala fama sean las etiquetas que más fácilmente se adhieren a su piel. Por
fortuna, la llegada de Alfonso al instituto supondrá un cambio en su vida,
porque este joven profesor cree advertir algo valioso dentro de Marcos, y
comienza a prestarle libros para pulir su alma.
Añadamos a la hermosa adolescente Laura, que aspira a convertirse en bailarina de ballet y triunfar en Nueva York. Añadamos a la madre de Marcos, que se rebela contra las palizas que le propina el borracho de su marido. Añadamos una obra teatral que se está montando en el instituto. Añadamos a la profesora de música, Candela, con la que Alfonso parece que comienza a relacionarse de una forma más íntima. Y ahora, a todos esos ingredientes, añadan el buen hacer narrativo de un autor como Pedro Ramos. Seguro que les apetece probar ese cóctel. Si lo hacen, créanme, apurarán la copa.
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