En
ocasiones, la literatura cumple una función preciosa y educativa: permitirnos
conocer mundos que se encuentran muy alejados del nuestro. Antonio J. Ruiz
Munuera, en las páginas de su novela juvenil Cristales de plata
(ganadora del VIII Premio Avelino Hernández), nos propone un viaje de ese
orden, que nos llevará hasta el paupérrimo barrio de Mathare, en Nairobi, un
conglomerado gigantesco de chabolas fabricadas con barro, desechos y chapas.
Allí viven el narrador Kibwe Mwelu (que tiene 12 años cuando comienza esta
historia, en 2009) y sus amigos Fatu (una niña despierta y de lengua rápida) y
Rafiki (apodo bajo el que se esconde un vivaracho velocista, que sueña con ser
el hombre más rápido de su país), rodeados por un ambiente de pobreza, bandas
criminales (los grupos islámicos Al Shabab y Boko Haram, que rivalizan en sus
acciones brutales de crímenes y violaciones), falta de agua corriente y
ausencia de futuro.
Un
día, aparece por allí una mujer singular que habrá de cambiar sus vidas: la
fotógrafa escocesa Kyra Aislinn, que trabaja para National Geographic y
que ha recorrido el mundo con “su caja de guardar imágenes” (como la define el
joven Kibwe en la página 49). Su simpatía y su corazón puro la animan a poner
en marcha una idea revolucionaria: entregar a los niños unas cámaras de fotos
para que, con sus miradas limpias, registren todo lo que les parezca
interesante de su mundo, y se conviertan así en “los ojos de Mathare” (p.73).
El resultado llegará a convertirse en algo más (mucho más) que una propuesta
artística: supondrá la revelación, para sus protagonistas y para quienes leemos
su historia, de que una mirada limpia aprecia y selecciona la belleza, reduce
el horror del entorno y mejora el mundo.
Con la grandeza habitual de su prosa, el autor lorquino nos permite pasearnos por un mundo africano donde imperan los gravámenes del infortunio (injusticia social, hambrunas, inundaciones, violencia religiosa), pero donde también puede florecer la esperanza, sobre todo si dejamos de considerar a sus países zonas “en vías de desarrollo” y comenzamos a verlos como “países que despiertan” (p.131). No se la pierdan.
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