jueves, 25 de septiembre de 2025

Cristales de plata


 

En ocasiones, la literatura cumple una función preciosa y educativa: permitirnos conocer mundos que se encuentran muy alejados del nuestro. Antonio J. Ruiz Munuera, en las páginas de su novela juvenil Cristales de plata (ganadora del VIII Premio Avelino Hernández), nos propone un viaje de ese orden, que nos llevará hasta el paupérrimo barrio de Mathare, en Nairobi, un conglomerado gigantesco de chabolas fabricadas con barro, desechos y chapas. Allí viven el narrador Kibwe Mwelu (que tiene 12 años cuando comienza esta historia, en 2009) y sus amigos Fatu (una niña despierta y de lengua rápida) y Rafiki (apodo bajo el que se esconde un vivaracho velocista, que sueña con ser el hombre más rápido de su país), rodeados por un ambiente de pobreza, bandas criminales (los grupos islámicos Al Shabab y Boko Haram, que rivalizan en sus acciones brutales de crímenes y violaciones), falta de agua corriente y ausencia de futuro.

Un día, aparece por allí una mujer singular que habrá de cambiar sus vidas: la fotógrafa escocesa Kyra Aislinn, que trabaja para National Geographic y que ha recorrido el mundo con “su caja de guardar imágenes” (como la define el joven Kibwe en la página 49). Su simpatía y su corazón puro la animan a poner en marcha una idea revolucionaria: entregar a los niños unas cámaras de fotos para que, con sus miradas limpias, registren todo lo que les parezca interesante de su mundo, y se conviertan así en “los ojos de Mathare” (p.73). El resultado llegará a convertirse en algo más (mucho más) que una propuesta artística: supondrá la revelación, para sus protagonistas y para quienes leemos su historia, de que una mirada limpia aprecia y selecciona la belleza, reduce el horror del entorno y mejora el mundo.

Con la grandeza habitual de su prosa, el autor lorquino nos permite pasearnos por un mundo africano donde imperan los gravámenes del infortunio (injusticia social, hambrunas, inundaciones, violencia religiosa), pero donde también puede florecer la esperanza, sobre todo si dejamos de considerar a sus países zonas “en vías de desarrollo” y comenzamos a verlos como “países que despiertan” (p.131). No se la pierdan.

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