Hace
medio millón de años, leí un libro de Camilo José Cela (juraría que fue su Tobogán
de hambrientos: lo tendría que releer para asegurarme) que se basaba en un
procedimiento muy curioso: el narrador se fijaba en un personaje de la calle,
lo describía, lo iba siguiendo y, cuando se cruzaba con otro, cambiaba de
objetivo y se ponía a describir y seguir a esa nueva figura. El resultado era
un zigzagueo ágil, simpático y que, a la postre, configuraba una estupenda
metáfora de la ciudad. Ahora, el mercero y escritor Paco López Mengual se
acerca a ese procedimiento en su último libro, titulado Tres cucharadas de
lentejas, porque comienza a hablar de un tema, ese lo lleva a otro, que a
su vez lo conduce a otro, y así sucesivamente, enhebrando un discurso seductor,
autobiográfico, lleno de chispa y anécdotas, que entiendo que retrata de forma
fabulosa al Paco íntimo, coloquial, dicharachero y cercanísimo, al que tanto
gusto da escuchar en las distancias cortas.
Avanzando
por sus páginas, entre sonrisas y asombros, descubrimos quién fue para él el
mejor escritor español del siglo XX (lo dictamina en la página 47); que se
inició en el mundo de la escritura ya pasados los cuarenta años; que prefiere
los libros en papel frente a los modernos ebooks; que, siendo agnóstico, siente
auténtico interés por la liturgia católica y por la vida y milagros de algunos
santos (en especial, Ramón Nonato, Pascual Bailón y el insospechado san
Genarín); que un conejo puede ser confundido con un fantasma, en la Noche de
Ánimas; que su devoción por la sangre frita es absoluta (y que su menú
preferido consiste en un pastel de carne, olivas de Cieza y una cerveza); que
las Lagunas de Campotéjar contienen más secretos (literarios y ecológicos) de
lo que parece; que conoció a Diego López, el artista que pintó una montaña de
color azul para combatir al Maligno; que muy cerca de su casa vive Ángel
Valero, vecino de Lorquí que llegó a ser rey entre los miembros de una tribu de
caníbales en América del Sur; y que una vecina de Molina se quedó embarazada de
un extraterrestre. Como se puede ver, todo un espectáculo de anécdotas,
sonrisas y perplejidades, que brillan con la gracia oral insuperable que
siempre exhibe el autor.
¿Qué es, entonces, Tres cucharadas de lentejas? Un crítico especialmente meticuloso podría vacilar a la hora de adherirle una etiqueta al tomo, que participa de muchos géneros a la vez. Pero el lector no experimentará dudas de ningún tipo: este libro es Paco. Pura y simplemente Paco. Ya está dicho todo. Y, por supuesto, al terminar la obra descubrimos con asombro que nos hemos terminado hasta la última lenteja del plato. Como debe ser.