Me
acuerdo muchas veces de esa frase que Jorge Luis Borges citaba atribuyéndola a
Emerson, en la que se decía que mientras no se encontraba abierto ante los ojos
de alguien, un libro era un mero objeto sin importancia, una cosa entre las
cosas. Pero que, al abrirlo, revelaba su caudal de belleza, majestad y brillo.
(He buscado la cita exacta en Internet, pero no la he hallado. Como
compensación, he descubierto que en Brasil vive un futbolista famoso llamado
Emerson Borges). El caso es que cuando llegó a mis manos el delgado volumen Secuelas
del fuego, de Anais Vega (Pre-Textos, 2022), ni tenía noticia de la
existencia de esta autora cordobesa ni había llegado hasta mí la información de
que había obtenido el XIV premio de poesía joven RNE-Fundación MonteMadrid. Es
decir: que era tan sólo (y lo digo con todo el respeto del mundo) un libro
entre los libros. Después de sumergirme en sus páginas, la cosa ha cambiado
mucho.
Me he encontrado con una poeta hermosa, que duda sobre sí misma (habla de forma continua sobre sus inseguridades, sobre tristezas, sobre sollozos, sobre humillaciones laborales, sobre sus kilos de más, sobre su dependencia de ciertos apoyos químicos y psiquiátricos, sobre el temor de que su marido descubra su inanidad) y que convierte esos desgarros en unos versos de elevadísima belleza y de notable intensidad. Los temas del libro son muy variados y muy llamativos: retratos personales que podrían servir también como dibujo generacional (“Las capas de mi piel ante el espejo”); interrogantes que casi todos nos hemos formulado en algún momento de nuestras vidas (“Demasiadas preguntas”); chirridos que se producen siempre entre el ideal y la realidad (“Un ligero cambio de planes”); o durísimas secuencias de autoflagelación, que nos ponen la piel de gallina y nos atascan la saliva en la garganta (“Ataque preventivo”). Y, todo ello, servido con un lenguaje de anonadante sencillez, que nos seduce y nos implica.
Secuelas del fuego es un magnífico poemario que ha convertido a Anais Vega, para mí, en algo más que un "objeto entre objetos": una voz. Una voz real, sólida y auténtica. No la perderé de vista.
1 comentario:
Desconocía esa frase borgiana, que me parece fantástica. Buscaré también la frase de Emerson, a ver si de paso topo con algún objeto que al abrirlo descubra un tesoro como el de este poemario de Anais Vega a quien como tú no tenía el gusto de conocer.
La poesía, cuando es buena como esta, siempre esconde inmensa belleza e inmensas verdades.
Un abrazo
Publicar un comentario