lunes, 23 de octubre de 2023

Madrid. El advenimiento de la República

 


Josep Pla, con apenas treinta y cuatro años, es enviado a Madrid por su periódico para que cubra todas las noticias relacionadas con los cambios políticos de 1931. Esas páginas, ahora traducidas por Xavier Pericay, son las que constituyen el tomo Madrid. El advenimiento de la República, donde tenemos ocasión de volver a disfrutar con la prosa exacta, envolvente y rotunda del coloso de Palafrugell.

“Confieso que de Madrid apenas me interesa nada. Es una ciudad donde se come pésimamente […]. En general, la vida intelectual de esta ciudad no tiene el menor interés […]. Casi todo su confort es aparente y falso”. Son palabras muy claras del joven periodista, que pronto lo llevan a una conclusión: “Toda esta realidad hace que aquí, en Madrid, me vea prácticamente obligado a pasar muchas horas sumergido en una misantropía flotante, en una soledad casi completa. No me queda otro recurso que el de llevar un dietario y escribir mis impresiones”. He ahí la clave de este libro.

Tras la victoria de las ideas republicanas en las elecciones municipales del 12 de abril, la nueva bandera es izada en el Palacio de Comunicaciones. Todos aquellos que habían manifestado hasta esa jornada sus simpatías monárquicas comienzan a camuflarlas con gran rapidez, y Pla vive esas horas desde el centro mismo de la capital de España. Ve a Menéndez Pelayo “ante una taza de café y una copita de coñac”; ve a Julio Camba, que manifiesta con seriedad o con humor sus deseos (“Aspiro a una embajada. Tengo méritos, creo yo, suficientes”); ve al exsenador Manteca, quien “me dice que acaba de crearse una nueva palabra, que es la palabra enchufismo”; ve a Unamuno, quien después de haber sufrido un robo en el tranvía sostiene que “esto de la República va mal, muy mal”; nos habla de la importancia del Ateneo en la nueva situación política española; o nos ofrece su visión sobre la quema de conventos (la cual “ha gustado poquísimo en Madrid, por no decir que no ha gustado nada”). No hay apenas elementos significativos que escapen a su curiosidad: los caracteres de Azaña, Alcalá Zamora o Lerroux; el aroma triunfal o derrotista que se dispersa por las calles; los problemas que se avecinan y que no está seguro de que el nuevo régimen político pueda resolver con facilidad (la reforma agraria o el siempre delicado asunto de Cataluña, por ejemplo)… Josep Pla mira con afán y convierte en tinta toda esa atmósfera. Pero, en medio de sus observaciones, por lo general muy juiciosas y ponderadas (“creo”, “puede que”, “quizá” son locuciones que profusamente se encuentran en estas páginas), también brilla con luz negra (o cuando menos enigmática) algún párrafo, como el que dedica a la importante supresión de la pena de muerte, el 8 de noviembre, decisión que parece no resultar de su agrado: “El humanitarismo teórico ha causado, a lo largo de la historia, una cantidad de víctimas incontable, ingente. A estos diputados que han votado la supresión de la pena de muerte, ¡cuántos entierros les va a tocar presidir!”.

Una buena forma de sumergirnos en estos meses cruciales de la Historia de España, a través de los ojos de un prosista elegante y subyugador.

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