Llega
a mis manos, que lo abren con alegría, el nuevo trabajo de Fernando Lalana (La
muñeca rusa), que la editorial Edebé acaba de publicar. En esta novela nos
encontramos con Carmelo Fernández, un chico destinado a ganarse la vida como ayudante
de fontanero y que, por diversas carambolas del destino, ha terminado por
convertirse en un youtuber que ha triunfado con el nombre de Fibonacci y que dispone
de ocho millones de seguidores. Ese chico, ataviado con su chándal
identificativo, acude con su representante hasta el despacho de la abogada
Lucrecia Bécquer para que ella lo defienda ante la denuncia que ha interpuesto
contra él Saturio Cabrales, que se ha sentido ofendido porque en su libro La
montaña rusa Fibonacci lo deja muy mal (se trata de una casualidad, porque el
youtuber afirma no conocerlo). Pero el asunto es enredado, porque los detalles
que se facilitan sobre Saturio en la novela son tan numerosos y sorprendentes
que resulta punto menos que impensable admitir la inocencia del escritor. ¿Qué
ha ocurrido en realidad? Para aportarnos más elementos de juicio, Lalana nos
deja leer algunos capítulos de esa conflictiva narración, así como las
pesquisas que ciertos personajes del mundo de la abogacía y del mundo
detectivesco están desarrollando alrededor de Fibonacci, Saturio y otros
protagonistas, con el fin de esclarecer los hechos.
El
resultado es una narración con diversos planos y diversas perspectivas, que el
escritor zaragozano resuelve con su habitual maestría, utilizando un dominio
muy evidente del registro léxico (e incluso obligando a los futuros jóvenes
lectores a que investiguen qué demonios son un fusil naranjero o la fila de los
mancos de un cine) y espolvoreando la obra con deliciosas gotas de humor, que
provocan la sonrisa, cuando no la carcajada.
No se priven de acudir a esta obra del maestro. Saldrán con ganas de aplaudir. Y quizá de recuperar otros títulos antiguos del autor. Yo voy a hacerlo.
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