Friedrich
Nietzsche, con la altanería (tal vez justificada) de quien se cree incluido en
la élite, afirmaba que un pueblo es el rodeo que da la Naturaleza para llegar a
unos pocos grandes hombres. Pero el volumen de relatos que acabo de terminar
(firmado por Pedro Brotini, ilustrado por Ricardo Lamenca y editado por el
sello MurciaLibro) se guía por una luz mucho más agradable: la de considerar
que entre algunos grandes personajes y su entorno se establecen nexos de amor,
de correspondencia y de cobijo. Que el “gran hombre” (incluye a la “gran
mujer”) es también el resultado de un ambiente y de unos lazos cordiales.
En
las páginas que componen esta obra, podemos encontrarnos con acertadas viñetas
donde Francisco Salzillo, Carmen Conde, Diego de Saavedra Fajardo o María
Cegarra cobran vida ante nuestros ojos, sorprendidos en instantes muy bien
elegidos de su vivir: realizando las pruebas para comprobar que su ingenio
submarino cumple los requisitos técnicos (Isaac Peral); a punto de subirse en
su autogiro para alzar el vuelo, delante de la prensa (Juan de la Cierva);
brindando con vino para celebrar que por fin cuaja el proyecto de película en
la que actuará como protagonista (Paco Rabal); acudiendo a un centro cultural
donde se intenta que la mujer alcance su justo reconocimiento (Rosa Spottorno);
a punto de salir hacia el exilio, mientras la guerra civil de 1936 comienza a
insinuarse con tristeza en el horizonte (Vicente Medina); realizando una
interpretación magistral con la guitarra, para asombro y aplauso del público
(Narciso Yepes); o asistiendo al funeral por su esposa, mientras la guardia
civil (que está obligada a su captura) se niega a detenerlo, por respeto
(Antonete Gálvez).
Pedro Brotini escoge doce instantes deliciosos para mostrarnos a sus personajes y dejarnos en los ojos su luz. Y lo hace con una extrema exquisitez literaria, con la paciencia de quien, antes de redactar la escena, parece haberla pensado con mucho detenimiento. El resultado es un libro donde la información sobre los protagonistas, las ilustraciones (que a mí me parecen prodigiosas) y el texto conforman un todo armónico, elegante, espléndido. Acérquense a él y seguro que se muestran al final conformes conmigo.
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