miércoles, 2 de febrero de 2022

Donde uno cae

 


A quienes hayan tenido la feliz ocurrencia de transitar por algún libro de Lorenzo Silva resulta muy fácil explicarles qué van a encontrar en Donde uno cae: un millar de páginas en las que el escritor madrileño, con la prosa diáfana que lo caracteriza, posa su mirada y su inteligencia sobre mil y un temas del siglo XXI. Y el hecho de reunir ese conjunto de pequeñas historias (o diapositivas) permite que la mente del lector recuerde, comprenda, relacione y evalúe un suculento menú agridulce integrado por todas las memeces, atrocidades, esplendores, héroes, fantasmas, truculencias, ruindades, orgullos y decepciones que nos han rodeado durante estas dos décadas. Algunas siguen en primera línea de actualidad; otras comienzan a cubrirse con el polvo del olvido; y de otras, en fin, cuesta incluso un poco de trabajo acordarse. Pero todas han ido conformando nuestro mundo, nuestro presente, nuestra personalidad.

Lorenzo Silva, notario minucioso, nos habla de la terrible crisis económica que nos golpea desde hace años; del terrorismo etarra (que no por concluido debe quedar olvidado); del modesto quehacer lleno de pundonor de los de abajo (que se niegan a sumarse a la desvergüenza de tantos de arriba); de la esclavitud sexual que sufren muchas personas por su pobreza, su ignorancia o el color de su piel; del ridículo culto personalista que construyó el ampuloso y egocéntrico Hugo Chávez; de las inmundicias inesperadas del caso Bárcenas; de la torpe obsesión por el fútbol, que nos lleva a convertir en ídolos a descarados defraudadores fiscales; del sacrificio callado y tan malamente recompensado de los soldados que cumplen misiones en el extranjero; del ventajismo cobarde de los antisistema, que atacan porque se saben protegidos por un ordenamiento jurídico garantista y amedrentado; de la triste situación de los saharauis, que se eterniza; del histrionismo payasesco de Gadafi; de la voracidad urbanística, que nada respeta y se extiende con clara vocación cancerígena; de la indignidad inaudita de que sea un partido que está en el gobierno el que se haya estado beneficiando de una caja B; del atroz suicidio de un anciano que se negaba a escarbar en la basura; de los derroches faraónicos de políticos desvergonzados; de los execrables abusos que Facebook perpetra sobre sus usuarios; de la sordidez irreversible y estúpida de los desahucios; del hermoso adiós agradecido al payaso Miliki; e incluso del asesinato de un mexicano con su mismo nombre y edad: Lorenzo Silva, nacido en 1966.

Aconsejo, eso sí, beberse la obra a sorbos lentos: diez, quince, veinte páginas al día. Es una dosis que quizá no convenga sobrepasar, si no se quiere sobrevolar los diferentes temas y personajes del libro con excesiva ligereza. Mejor ir despacio, pensar en lo leído y extraer conclusiones. Merece la pena.

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Te confieso que al leer en tu post la cifra de 1000 páginas pensé que era un error. Pero tras comprobarlo, veo que no, que es el número de páginas que tiene este libro de Lorenzo Silva. Comprendo a la perfección tu recomendación de no leer diariamente más de diez ó veite páginas para no sobrevolar con excesiva ligereza los temas y personajes abundantes ambos del libro. Así procuraré hacer cuando lo lea, Rubén.
Un fuerte abrazo

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Lorenzo Silva es una de mis debilidades literarias, pero mi ansia me perdió esta vez y debí seguir tu consejo (de haberlo sabido antes) y leerlo a sorbos...me empaché y ahora me cuesta retomar.

Besos.