Existe en
los libros (como imagino que ocurre también en la pintura, en la música y en
otras artes) un ingrediente misterioso, imposible de premeditar, que nos los
convierte en seductores o en anodinos, en sensualidad mágica o en banal
grisura. De tal suerte que aquello que para ti se erige en manifestación de la
excelencia o en prodigio inolvidable puede ser contemplado por los demás como
bostezo o nadería. Y al revés.
Después
de haber leído altos elogios dedicados a las obras de Claudio Magris, me sumerjo
por fin en una de sus obras… y me deja frío. Los cinco cuentos agrupados bajo
el título de Tiempo curvo en Krems (traduce Pilar González y edita el
sello Anagrama) han desfilado por mis ojos sin que ninguno haya prendido en
ellos y sin que ninguna admiración ni ningún aplauso me haya brotado en el
corazón. Por descontado, acepto sin reticencias que se trate de un coloso de la
literatura europea; faltaría más. No soy quién para discutirlo. Me limito a
afirmar que, en mi caso, no ha encontrado al lector que posiblemente buscaba y
merecía. Cuando me adentré en “El guardián” me encontré con la historia de un
millonario que, en la senectud, opta por dedicar sus horas penúltimas a ejercer
de portero en un edificio de su propiedad. Después de años como empresario de
éxito, “aquella necesidad de mandar, de ganar, había terminado” (p.27); y se
apresta a buscar la felicidad en esta tarea paradójica de subalterno. Tras esa
lectura (que me gustó, sin entusiasmarme), paseé por las páginas de “Lecciones
de música” y encontré a Salman Meierstein, antiguo profesor de conservatorio
cuyo exalumno Vilardi es ahora un reputado violinista de fama continental. Tras
esos dos relatos (correctos y elegantes, aunque no me generaran admiración),
los tres restantes no lograron que cambiase mi percepción.
Intentaré acercarme a otra obra de Claudio Magris, por si hubiera errado en esta primera aventura. Quién sabe. Tal vez cambie mi opinión.
1 comentario:
Me he sentido en una montaña rusa: ¿Cuentos? ¡Bieeeen! Me gusta ¿Qué no dejan huella? ¡Ooooooh!...pues eso.
Besos.
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