Dice
Santiago Delgado, en la contracubierta de su última entrega (Libro de los
árboles y los jardines), que se trata de un volumen “de humilde tirada para
amigos. Nada más, y así está bien”. Tras leer esas palabras y comprobar que uno
de los ejemplares ha sido depositado por el autor en mis manos, ¿qué sentir,
sino una enorme gratitud y un escalofrío en la nuca? Pero es que, a renglón
seguido, el escritor murciano añade: “Sin vanidad alguna y sin falsa humildad,
diré que es un buen libro. Nada más, y ya está”. No puedo estar, acabada la
lectura, más de acuerdo con él. Y no solamente por las palabras hermosas que el
autor utiliza en sus páginas (tanto en verso como en prosa), sino por las
miradas que es capaz de desplegar sobre el entorno vegetal que lo ha ido
rodeando a lo largo de su vida; y también por los silencios que deposita
al final de cada composición. Y digo bien: por los silencios. Porque Santiago
Delgado describe, elogia, evoca, añora, detalla y enumera una conmovedora
selección de árboles, flores, arbustos y plantas que ha ido encontrándose
(cipreses majestuosos en la Toscana, tejos en Burgos, naranjos ateridos en el
febrero murciano, higueras en Patiño, almendros florecidos en Cartagena, piñas fotografiadas
por Pepe Beltrán, imponentes sequoias en La Sagra o las gardenias que Aurora
trajo al hogar, en una sencilla maceta); pero tras esas palabras siempre
conmovidas y siempre conmovedoras, extiende ante nuestros ojos un silencio de
reflexión, de paz, de meditaciones y ternuras, de fervor agradecido.
Encontrará
el lector muchos primores en estas hojas (que no son caducas, sino perennes):
rimas de sutil vuelo, aromas culturales, romances antológicos, sonetos
magníficos y hasta fórmulas que te arrancan una sonrisa (por ejemplo, cuando en
la página 140 nos describe un atardecer hablando de un “solecillo en
despedida”). Horas de literatura que nos recuerdan el descuido que dedicamos
habitualmente al mundo vegetal y que, subsanado, puede otorgarnos una felicidad
zen, minimalista o franciscana, de la que estamos tan faltos.
Léanlo.
2 comentarios:
Gracias, Rubén. Estupenda lectura.
No soy muy franciscana, pero si lo minimalista me deja tener variedad de zapatos y surtido de pastas, me apunto.
Y me encanta el título.
Besos.
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