A quienes
hayan tenido la feliz ocurrencia de transitar por algún libro de Lorenzo Silva
resulta muy fácil explicarles qué van a encontrar en Donde uno cae: un
millar de páginas en las que el escritor madrileño, con la prosa diáfana que lo
caracteriza, posa su mirada y su inteligencia sobre mil y un temas del siglo
XXI. Y el hecho de reunir ese conjunto de pequeñas historias (o diapositivas)
permite que la mente del lector recuerde, comprenda, relacione y evalúe un
suculento menú agridulce integrado por todas las memeces, atrocidades,
esplendores, héroes, fantasmas, truculencias, ruindades, orgullos y decepciones
que nos han rodeado durante estas dos décadas. Algunas siguen en primera línea
de actualidad; otras comienzan a cubrirse con el polvo del olvido; y de otras,
en fin, cuesta incluso un poco de trabajo acordarse. Pero todas han ido
conformando nuestro mundo, nuestro presente, nuestra personalidad.
Lorenzo
Silva, notario minucioso, nos habla de la terrible crisis económica que nos
golpea desde hace años; del terrorismo etarra (que no por concluido debe quedar
olvidado); del modesto quehacer lleno de pundonor de los de abajo (que se
niegan a sumarse a la desvergüenza de tantos de arriba); de la esclavitud
sexual que sufren muchas personas por su pobreza, su ignorancia o el color de
su piel; del ridículo culto personalista que construyó el ampuloso y
egocéntrico Hugo Chávez; de las inmundicias inesperadas del caso Bárcenas; de
la torpe obsesión por el fútbol, que nos lleva a convertir en ídolos a
descarados defraudadores fiscales; del sacrificio callado y tan malamente
recompensado de los soldados que cumplen misiones en el extranjero; del
ventajismo cobarde de los antisistema, que atacan porque se saben protegidos
por un ordenamiento jurídico garantista y amedrentado; de la triste situación
de los saharauis, que se eterniza; del histrionismo payasesco de Gadafi; de la voracidad
urbanística, que nada respeta y se extiende con clara vocación cancerígena; de
la indignidad inaudita de que sea un partido que está en el gobierno el que se
haya estado beneficiando de una caja B; del atroz suicidio de un anciano que se
negaba a escarbar en la basura; de los derroches faraónicos de políticos
desvergonzados; de los execrables abusos que Facebook perpetra sobre sus
usuarios; de la sordidez irreversible y estúpida de los desahucios; del hermoso
adiós agradecido al payaso Miliki; e incluso del asesinato de un mexicano con
su mismo nombre y edad: Lorenzo Silva, nacido en 1966.
Aconsejo, eso sí, beberse la obra a sorbos lentos: diez, quince, veinte páginas al día. Es una dosis que quizá no convenga sobrepasar, si no se quiere sobrevolar los diferentes temas y personajes del libro con excesiva ligereza. Mejor ir despacio, pensar en lo leído y extraer conclusiones. Merece la pena.
2 comentarios:
Te confieso que al leer en tu post la cifra de 1000 páginas pensé que era un error. Pero tras comprobarlo, veo que no, que es el número de páginas que tiene este libro de Lorenzo Silva. Comprendo a la perfección tu recomendación de no leer diariamente más de diez ó veite páginas para no sobrevolar con excesiva ligereza los temas y personajes abundantes ambos del libro. Así procuraré hacer cuando lo lea, Rubén.
Un fuerte abrazo
Lorenzo Silva es una de mis debilidades literarias, pero mi ansia me perdió esta vez y debí seguir tu consejo (de haberlo sabido antes) y leerlo a sorbos...me empaché y ahora me cuesta retomar.
Besos.
Publicar un comentario