Este
breve volumen constituyó la segunda entrega poética de José Daniel Espejo y lo
hizo tras lograr un accésit en el premio Dionisia García, convocado por la
universidad de Murcia. Apenas había pasado un año desde la edición de su
anterior obra; y el título que eligió para aparecer en su cubierta no podía
resultar más impactante: Quemando a los
idiotas en las plazas. (Recuerdo que, cuando la obra llegó a mis manos en
2001, tragué saliva y confié en que el autor no se hubiera deslizado por el
camino de la boutade iconoclasta o del gamberrismo seudojuvenil. Me había
gustado tanto su obra anterior que me habría fastidiado que así fuese.
Obviamente, mis temores resultaron infundados).
El poeta
busca aquí su voz por senderos inequívocamente personales (“Nada / de lo que
hayas oído / te servirá como mapa”, p.12), y explora rutas más conceptuales que
las ensayadas en su poemario anterior. La sintaxis se adelgaza, y el mensaje
gana en pureza y concisión, en la línea de un Jorge Guillén que hubiera leído a
los existencialistas y a Ludwig Wittgenstein. Este adelgazamiento de las formas
afecta incluso a la emotividad (“El corazón es algo que no sirve para otra cosa
/ que convertir la verdad en pasado o futuro / y ponerle música”, p.26). Poemas
lúdicos, de jugueteo idiomático (puede consultarse la página 14); poemas de
espíritu conceptista, pero plenamente comunicativos (como el que figura en la
página 30); o poemas espléndidos de amores y de naufragios (p.35), completan un
libro de interesante factura que ahora me ha dado mucho gusto releer.
1 comentario:
Quemar idiotas en las plazas no sé, pero alguna pedrada si se llevaba alguno 😒😅
Sabes que allá donde hay poesía está Moi.
Besos.
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