jueves, 11 de junio de 2020

Los placeres de la meteorología




Gracias una feliz y original iniciativa impulsada por la cafetería Ítaca, de Murcia, el escritor José Daniel Espejo (Orihuela, 1975) pudo ver publicada su primera obra, que llevaba por título Los placeres de la meteorología. Se trataba de un poemario donde alborotaban muchas y dispares influencias, tanto literarias (es el caso de Carver, sobre todo; pero también de T. S. Eliot o Juan Bonilla), como musicales (desde Michael Nyman hasta Mozart o Haydn).
En medio de una pululación de cerveza y cigarrillos, amores rotos y melancolía que apenas quiere susurrarnos su nombre, encontramos la voz de un yo perplejo o descentrado que, a pesar de las dificultades que esta catarsis suele implicar (“La primera persona se convierte en un problema”, p.25), nos comunica detalles autobiográficos y más de un desconcierto (“No se entiende nada / y encima la sensación de que debajo / hay algo que habría que saber”, p.28). En estas líneas breves, ágiles y despiertas, hay un notable número de versos dedicados al amor; un amor instalado entre el lirismo y la cotidianidad (como se observa en el texto “The turning point”, p.34), pero también deshilachado y muerto (“Otras frases oídas”, p.22). La tristeza se disfraza entonces con un léxico abrupto, que apenas logra esconder la emoción del poeta (“Si la vida no fuera tan jodidamente rara probablemente estarías aquí”, p.58) y lo conduce hacia una fortaleza psíquica no sabemos si auténtica o falsaria (“Huele a gente que no está pero no importa”, p.59).
Fue con estas páginas con las que descubrí a José Daniel Espejo y desde aquel año 2000 no he dejado de leerlo con admiración.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Curiosa obra, como mínimo. Traes unas cosas curiosísimas 😉💋