lunes, 27 de abril de 2020

Elegías




No leo a los clásicos grecolatinos porque entienda que suponen un interesante añadido cultural o porque su conocimiento se me antoje imprescindible en un profesor de literatura. Ya pasé por esa etapa de mi vida, de la que no reniego. Si continúo con las visitas a estos autores es porque me entregan vida, placer lector, sonrisas, informaciones curiosas, asombros filosóficos. En suma, porque me enriquecen y me expanden.
Me detengo hoy en las Elegías de Tibulo, que traduce y anota Juan Luis Arcaz Pozo, de las que me quedo fundamentalmente con dos núcleos temáticos: el primero es el elogio de la vida sencilla, agrícola, recoleta (“Un pequeño campo es suficiente, suficiente es descansar en el lecho y, si es posible, dar solaz al cuerpo en el tálamo de siempre. ¡Qué agradable es escuchar acostado los fieros vientos y estrecharse a la amada contra su apacible regazo”). Viviendo con la persona amada, rodeado de hijos y nietos, con salud razonable, ¿qué sentido tiene el afán de más lujos? Y en ese elogio se incluye también el repudio del militarismo, por lo que tiene de imán para las desgracias y de segador de hombres (“¿Qué honra es atraer a la negra Muerte con guerras?”); el segundo es la crónica de sus curiosos devaneos eróticos. Y no los tildo de curiosos porque incluyan la bisexualidad o la utilización de hechiceras para hacerse con los favores de la persona amada, sino por su enredo constante. Verbigracia: Tibulo mantiene amores con Delia, mujer casada, a quien enseña artimañas para que burle a su marido y se reúna con él; más adelante, cuando descubre que ella utiliza esas argucias para verse con otro amante, encolerizado, le resume al marido los engaños de su mujer para que se ponga en guardia y evite la infidelidad. A la vez, Tibulo siente un “lánguido amor” (sic) por el joven Márato, de cuyos favores goza… y al que ayuda para que éste consiga el amor de la renuente Fóloe. Pero cuando descubre que el impetuoso y voluble Márato lo engaña con un ricachón, le desea a este último que su esposa le sea infiel con otro… Quien se adentre en estos poemas tiene asegurada una buena dosis de sonrisas y, a la vez, un acercamiento tenue pero firme a las debilidades y grandezas del ser humano, que aquí quedan retratadas con elegancia.

2 comentarios:

Juan Carlos dijo...

Estos clásicos latinos nunca dejan de sorprender por su innegable "actualidad". Hace poco en esta reclusión no elegida en que estamos vi por televisión "El eunuco" de Terencio. Me reí y disfruté mucho con la obra que en esencia era un enredo sencillo en el que la atracción, el deseo, el engaño son los ejes que marcan el desarrollo de la trama. Tu reseña me la ha recordado mucho.
No conocía el nombre de este autor latino. Gracias por dármelo a conocer.
Un abrazo

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Recuerdo a Delia y Némesis, no así las Elegías, y es que evitar los clásicos grecolatinos cuando estudias letras puras es misión imposible, pero algunas esquivé y es que yo solo pensaba en teatro, y si me daban a elegir lecturas, la poesía se quedaba fuera ¡Juventud, divino tesoro! 😏😉💋