jueves, 23 de abril de 2020

Poemas (1979-1997)




Leí este conjunto de poemas en el mes de noviembre de 1999 y anoté en una de sus primeras páginas el siguiente mensaje, dirigido a mi yo del futuro: “Releer dentro de veinte años. Qué elegancia”. Ahora, veinte años y cinco meses después (he sido casi puntual), vuelvo a instalarme durante unas horas en sus versos; y reitero mi admiración por el poeta.
Qué asombrosa elegancia madurísima se advierte en estas composiciones, como si el autor, instalado en una senectud adelantada, juzgase la vida y el mundo a través de los ojos sabios de alguien que, habiendo vivido, reflexiona con pausa y extrae conclusiones. Una música suave y lenta modula las líneas, convirtiéndolas en un arroyo de sonidos que, tenues, nos transmiten su elevado mensaje.
Heráclito y Proust cogen nuestras manos para adentrarnos en el tomo, y nos pasean por acantilados altísimos, por Alejandría, por Bayreuth y por Roma; pero también por cañaverales y acequias, por entornos de limoneros y por claustros monacales. Y en todos los escenarios, la voz de un poeta que oye y que escucha, que mira con lentitud y que respira en paz.
Si me permiten un consejo, lean con especial pausa, en el mayor de los silencios, las composiciones “Recuerdo del Gólgota”, “Que Dios sea cierto” y “Acuérdate”. Creo que me agradecerán la sugerencia.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Cuando era pequeña la palabra Gólgota me daba escalofríos, y es porque el cura que nos preparaba para la Comunión, lo pronunciaba de una manera tan terrorífica que me dejó traumatizada por el resto de mi vida 😂😂😂
Tomo buena nota.

Besos