No leo a
los clásicos grecolatinos porque entienda que suponen un interesante añadido cultural
o porque su conocimiento se me antoje imprescindible en un profesor de
literatura. Ya pasé por esa etapa de mi vida, de la que no reniego. Si continúo
con las visitas a estos autores es porque me entregan vida, placer lector,
sonrisas, informaciones curiosas, asombros filosóficos. En suma, porque me
enriquecen y me expanden.
Me
detengo hoy en las Elegías de Tibulo,
que traduce y anota Juan Luis Arcaz Pozo, de las que me quedo fundamentalmente
con dos núcleos temáticos: el primero es el elogio de la vida sencilla,
agrícola, recoleta (“Un pequeño campo es suficiente, suficiente es descansar en
el lecho y, si es posible, dar solaz al cuerpo en el tálamo de siempre. ¡Qué
agradable es escuchar acostado los fieros vientos y estrecharse a la amada
contra su apacible regazo”). Viviendo con la persona amada, rodeado de hijos y
nietos, con salud razonable, ¿qué sentido tiene el afán de más lujos? Y en ese
elogio se incluye también el repudio del militarismo, por lo que tiene de imán
para las desgracias y de segador de hombres (“¿Qué honra es atraer a la negra
Muerte con guerras?”); el segundo es la crónica de sus curiosos devaneos
eróticos. Y no los tildo de curiosos porque incluyan la bisexualidad o la
utilización de hechiceras para hacerse con los favores de la persona amada,
sino por su enredo constante. Verbigracia: Tibulo mantiene amores con Delia,
mujer casada, a quien enseña artimañas para que burle a su marido y se reúna
con él; más adelante, cuando descubre que ella utiliza esas argucias para verse
con otro amante, encolerizado, le resume al marido los engaños de su mujer para
que se ponga en guardia y evite la infidelidad. A la vez, Tibulo siente un
“lánguido amor” (sic) por el joven Márato, de cuyos favores goza… y al que
ayuda para que éste consiga el amor de la renuente Fóloe. Pero cuando descubre
que el impetuoso y voluble Márato lo engaña con un ricachón, le desea a este
último que su esposa le sea infiel con otro… Quien se adentre en estos poemas
tiene asegurada una buena dosis de sonrisas y, a la vez, un acercamiento tenue
pero firme a las debilidades y grandezas del ser humano, que aquí quedan
retratadas con elegancia.
2 comentarios:
Estos clásicos latinos nunca dejan de sorprender por su innegable "actualidad". Hace poco en esta reclusión no elegida en que estamos vi por televisión "El eunuco" de Terencio. Me reí y disfruté mucho con la obra que en esencia era un enredo sencillo en el que la atracción, el deseo, el engaño son los ejes que marcan el desarrollo de la trama. Tu reseña me la ha recordado mucho.
No conocía el nombre de este autor latino. Gracias por dármelo a conocer.
Un abrazo
Recuerdo a Delia y Némesis, no así las Elegías, y es que evitar los clásicos grecolatinos cuando estudias letras puras es misión imposible, pero algunas esquivé y es que yo solo pensaba en teatro, y si me daban a elegir lecturas, la poesía se quedaba fuera ¡Juventud, divino tesoro! 😏😉💋
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