Termino
una breve novela de Soledad Puértolas que se titula La sombra de la noche y que publicó Ediciones del Bronce en el año
1998 con ilustraciones de Regina Giménez. Es, desde luego (y lo digo con todo
el respeto), una obra menor dentro de la producción de la escritora zaragozana;
pero se lee con agrado.
Nos sitúa
en una localidad del norte, espolvoreada por la nieve, en la que vive la
familia Studer, formada por un padre obrero, una madre que cose y vende algunas
prendas para ayudar a la economía doméstica y varios hijos. Entre ellos, el que
se convierte en protagonista de la narración: el joven Jacobo, al que no le va
muy bien en el colegio porque se distrae con facilidad. Su mejor amigo, Ismael,
cuya madre anda siempre enredada en asuntos de espiritismo y adivinación,
tampoco es que lo ayude mucho a concentrarse.
Una
noche, en la que el padre de Jacobo tarda demasiado en volver, el chico sale en
medio de la nieve a buscarlo; y cuando por fin lo encuentra, serio y
silencioso, infiere (sin más pruebas que la intuición) que ha sufrido un atraco
y que la paga del mes, que tanta falta le hace a la familia, ha volado. Desde
ese instante, Jacobo e Ismael comenzarán sus pesquisas para intentar recuperar
el dinero, utilizando las artes herméticas de la señora Munch, su intrepidez de
adolescentes y algunas situaciones casuales, que les irán conduciendo (en
apariencia) hacia la resolución del enredo.
Una
narración sencilla, eficaz y sin demasiadas pretensiones, que puede servir para
que el lector avance con curiosidad hacia otras novelas de la escritora.
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