¿Sabían
ustedes que las personas de talla baja suelen vivir más tiempo que las altas?
¿Sabían que la poderosa multinacional “Danone” fue fundada por un emigrante
español llamado Daniel Caraso, quien desembarcó en los Estados Unidos en 1942?
¿Les han informado de que los aviones supersónicos dañan gravemente la capa de
ozono? ¿Sabían que se ha encontrado vino en ánforas tapadas con corcho y que, a
pesar de los 1500 años transcurridos desde su envasado, éste sigue siendo
potable? ¿Y acaso tenían ustedes noticia de que la célebre coca-cola tiene
millares (sic) de componentes? ¿Y qué dirían si les comentase que algunos
dinosaurios llegaron a padecer gota, según se deduce claramente de sus restos
fósiles?
Pues
muchísimas informaciones como éstas aparecen en el ameno volumen Preguntas con respuesta, de José Antonio
Lozano Teruel, un divulgador impagable y atípico, que jamás ceja en su voluntad
de expresarse en una lengua “comunicativa”, que utiliza preciosas y oportunas
citas literarias (Cervantes, Proust, Swift, Vicente Medina) y que se esfuerza
por ser ameno, incluso en los temas más áridos. Así, tras una exposición sobre
telómeros, nos explica que los mayas tenían un calendario más exacto que el
nuestro y que conocían con toda precisión la órbita de Venus; o tras explicar
lo que es un reactor Tokamat nos refiere que Edgar Allan Poe no murió
alcoholizado, sino posiblemente mordido por un perro rabioso; o tras contarnos
con detalle médico algunas cuestiones relacionadas con la meningitis nos
asevera que el corazón humano bombea diariamente once mil litros de sangre. No
me dirán que no resultan atractivos todos estos datos.
Además,
libros como éste nos entregan la auténtica faz de los investigadores
científicos, personas cerebrales y laboriosas que se separan de los dos modelos
estúpidos mayoritarios que nos ha vendido el cine: ni son perturbados mentales
que fabrican armas bacteriológicas; ni son tampoco despistados botarates que
caminan por ahí pensando en las musarañas. Son simplemente personas que trabajan
muchísimo y que, como recompensa, ganan menos dinero que un futbolista de
segunda fila y tienen menos popularidad que cualquier tonadillera. A veces, es
necesario que se escriban libros como éste para que verdades tan palmarias
salgan a la luz, y para que sintamos un pequeño rubor por nuestra ignorancia.
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