Leo la simpática
novela Cómo me convertí en un estúpido,
de Martin Page, traducida por Javier Albiñana (Tusquets, Barcelona, 2002).
Tiene desparpajo, desenvoltura y talento narrador, pese a que de vez en cuando
da la sensación de estar “demasiado de vuelta” para ser tan joven. Un poco
pasado de rosca, pero bien. Me he sonreído no pocas veces con su originalidad y
con su peculiar sentido del humor. Tampoco creo que se puedan extraer más
conclusiones o enseñanzas de un volumen concebido, tan sólo, para entretener.
“Las palabras de
nuestra mente gustan de aliviarnos y reconfortarnos al tiempo que nos engañan”.
“La inteligencia es un mal por partida doble: hace sufrir y a nadie se le
ocurre considerarla una enfermedad”. “No existe una cura de desintoxicación
para la inteligencia”. “Como nunca había tenido de verdad la impresión de
vivir, no temía la muerte”. “(Un escritor fallecido) Dejando una obra que
influiría en generaciones de termitas”. “El intelectual es como un pianista
que, por el hecho de utilizar con virtuosismo sus manos, creyera poseer
aptitudes para ser, al mismo tiempo, jugador de póquer, boxeador, neurocirujano
y pintor”. “No existe mayor suplicio que ser un ángel en el infierno, cuando un
demonio se siente en su casa dondequiera que esté”.
1 comentario:
Me encanta, y mira que conozco a unos cuantos escritores en potencia para su autobiografía...
Besitos.
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