Hay muchos
modos de escribir poesía y varios de ellos los frecuento con asiduidad, pero
reconozco que siempre acabo por volver al sendero con el que más me identifico
y del que más reflexiones extraigo: a los versos que hablan del Tiempo, de la
melancolía que el paso de las horas depara al ser humano. Más de una vez se ha
dicho que los grandes temas de la literatura, los grandes misterios, son el
amor y la muerte. Pudiera ser verdad. Y en ambos se corre siempre el peligro de
incurrir en el lugar común, en la ñoñería o el tremendismo, en lo risible o lo
patético. Salvo, claro está, que nos encontremos ante un poeta que sabe lo que
está haciendo, que se instala ante el folio o la pantalla de ordenador y se
queda en silencio, pensando, adentrándose en sí mismo, escuchándose.
Pedro
Antonio Martínez Robles es uno de estos seres excepcionales, un artesano, un
músico tenue de la palabra. La demostración más reciente se titula El ámbito de la luz, fue laureado con el
II Premio Internacional José Zorrilla y lo tenemos en nuestras manos gracias a
los buenos oficios del sello Algaida, que lo edita exquisitamente. En sus
versos, el poeta de Calasparra nos habla de vasos de bourbon bebidos al calor
de una barra, de retornos a los paisajes de la niñez, de personas que ya partieron
y que dejaron su huella en el alma de quienes los rodeaban, de tardes oscuras
de septiembre, de casas familiares a las que se vuelve con un punto de
tristeza, de pasillos zaheridos por el polvo, de huertos donde colores y aromas
se alían para provocar ensoñaciones en el vate y de calles con herrumbre.
Pero el gran
prodigio de estas páginas, como he dicho antes, es que Pedro Antonio Martínez
Robles consigue moldear una música impecable en sus versos, convirtiéndolos en
notas de una sinfonía emocional que te rodea desde que inicias la lectura.
Recorrer estos poemas implica dejarse empapar por su sonido íntimo, que jamás
es machacón ni estridente, sino elegante y profundo, dulce y elevado. Es como
si metieras la mano en el agua y la movieras sin hacer ruido. O como si,
sentado al pie de un árbol, mirases en silencio hacia el horizonte mientras el
sol declina.
Un excelente
poeta y unos versos rotundamente aquilatados. Dos razones de peso para
sumergirse en El ámbito de la luz y
disfrutar con sus propuestas.
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