Nos explica la contraportada del libro que esta
novela del italiano Piero Meldini puede ser “definida como un thriller gótico,
y comparada con El nombre de la rosa
de Umberto Eco”. Nos habla luego, para terminar de engolosinar a los lectores
convencionales, de su “trama policíaca”. Pero lo que olvida decirnos el anónimo
comentarista es que nos disponemos a leer una novela breve pero difícil,
cargada de símbolos teológicos y de meandros psicológicos de inagotable
magnitud, que no todos los paladares podrán degustar ni todos los estómagos
digerir. Eso, desde luego, no habría servido para promocionar las ventas de la
obra, así que la simple mención de tales dificultades es omitida. ¿Maniobra
legítima? Desde el punto de vista comercial, sí. Desde el punto de vista
literario, no estoy tan seguro.
Resumido de un modo tosco, el argumento podría ser éste: Vincenzo Dominici, hombre
que perdió durante su juventud a la mujer que amaba, se ha convertido en su
vejez en un biógrafo respetado, que lleva años elaborando una hagiografía de la
beata Isabetta, abogada contra el vértigo. Pero todo adquiere una dimensión
angustiosa cuando nuestro protagonista descubre gracias al bibliotecario Manara
un antiguo manuscrito en el que está consignada una profecía sobre el final de
los tiempos y donde se explica que quien lea sus líneas acabará matando a una
mujer. Dominici, aterrado, acude a su amigo monseñor Berlinghieri, el cual no
consigue calmar su ansiedad. Y la situación se volverá especialmente dramática
cuando la policía descubra el cadáver de una chica muy joven en la puerta del
hagiógrafo. Dominici, turbado, al borde del colapso emocional y mental, se
declara culpable.
Mantendré el suspense de lo que pasa en la obra a
partir de ahí, pero sí que subrayaré (porque lo pide la honestidad) que ningún
lector debe esperar en sus páginas finales una solución sencilla, ni trucos de
prestidigitador barato. Piero Meldini no circula por esos carriles. Mezclando
lirismo, psicología y teología, urde una malla tan fina, tan sutil, tan elegante
y honda que no todos los lectores de la obra sabrán valorarla en su justa
medida.
Chapeau para el autor de Rimini y también para
Ediciones Destino que, por medio del traductor Carlos Manzano, la puso en
nuestras librerías en 1996.
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