martes, 13 de octubre de 2015

La abogada del vértigo



Nos explica la contraportada del libro que esta novela del italiano Piero Meldini puede ser “definida como un thriller gótico, y comparada con El nombre de la rosa de Umberto Eco”. Nos habla luego, para terminar de engolosinar a los lectores convencionales, de su “trama policíaca”. Pero lo que olvida decirnos el anónimo comentarista es que nos disponemos a leer una novela breve pero difícil, cargada de símbolos teológicos y de meandros psicológicos de inagotable magnitud, que no todos los paladares podrán degustar ni todos los estómagos digerir. Eso, desde luego, no habría servido para promocionar las ventas de la obra, así que la simple mención de tales dificultades es omitida. ¿Maniobra legítima? Desde el punto de vista comercial, sí. Desde el punto de vista literario, no estoy tan seguro.
Resumido de un modo tosco, el argumento  podría ser éste: Vincenzo Dominici, hombre que perdió durante su juventud a la mujer que amaba, se ha convertido en su vejez en un biógrafo respetado, que lleva años elaborando una hagiografía de la beata Isabetta, abogada contra el vértigo. Pero todo adquiere una dimensión angustiosa cuando nuestro protagonista descubre gracias al bibliotecario Manara un antiguo manuscrito en el que está consignada una profecía sobre el final de los tiempos y donde se explica que quien lea sus líneas acabará matando a una mujer. Dominici, aterrado, acude a su amigo monseñor Berlinghieri, el cual no consigue calmar su ansiedad. Y la situación se volverá especialmente dramática cuando la policía descubra el cadáver de una chica muy joven en la puerta del hagiógrafo. Dominici, turbado, al borde del colapso emocional y mental, se declara culpable.
Mantendré el suspense de lo que pasa en la obra a partir de ahí, pero sí que subrayaré (porque lo pide la honestidad) que ningún lector debe esperar en sus páginas finales una solución sencilla, ni trucos de prestidigitador barato. Piero Meldini no circula por esos carriles. Mezclando lirismo, psicología y teología, urde una malla tan fina, tan sutil, tan elegante y honda que no todos los lectores de la obra sabrán valorarla en su justa medida.

Chapeau para el autor de Rimini y también para Ediciones Destino que, por medio del traductor Carlos Manzano, la puso en nuestras librerías en 1996.

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