Hacia 1860, lord Montbarry ha tomado una decisión
trascendental: abandonar a su amada Agnes para contraer matrimonio con una
mujer de reputación más bien dudosa, la enigmática condesa Narona. Todo el
mundo, menos la dulce mujer abandonada, se encuentra indignado con esta
aparatosa decisión del noble, incluyendo a Henry, el hermano de lord Montbarry,
que se ha enamorado en secreto de la hermosa Agnes. Pero los esponsales se
celebran sin más dilación y el matrimonio se marcha de viaje para celebrar las
nupcias. Tras algunos meses deciden establecerse en una gran estancia en
Venecia, donde se producen dos hechos sumamente desagradables: el primero es la
muerte de un sirviente de lord Montbarry (el señor Ferrari); y el segundo es el
fallecimiento, por pulmonía, del propio lord... Un tiempo después, cuando la
vivienda se ha convertido en un lujoso hotel, comienzan a producirse en la
habitación donde murió lord Montbarry algunos impactantes sucesos: olores
desagradables, imágenes fantasmales que aparecen y desaparecen, etc. ¿Qué está
ocurriendo en realidad? ¿Qué misterio esconden aquellas paredes? La única que
parece conocer la respuesta es la condesa Narona, la viuda, quien se niega a
seguir utilizando el título de su marido y se muestra esquiva cuando la
interrogan al respecto. Pero Henry está dispuesto a llegar hasta el final de
sus pesquisas, para saber lo que realmente ocurrió con su difunto hermano...
Wilkie Collins, con su excepcional habilidad para crear atmósferas de terror y
de inquietud, consigue que los lectores se estremezcan en muchas de sus
páginas, sobre todo porque la aparición de cabezas flotantes y olores fétidos
no son acontecimientos que dejen precisamente indiferentes a los protagonistas
de la narración. De paso, nos deja en sus páginas las opiniones sumamente
positivas que le merecían a Collins los norteamericanos (“No son tan sólo el
pueblo más hospitalario que hay sobre la faz de la tierra, sino también los más
pacientes y de mejor carácter”, pp.141-142) o las menos elogiosas que guardaba
para los pueblos del sur (“Existe la errónea creencia de que los meridionales
poseen una gran imaginación. Jamás ha habido equivocación más grande. No
encontrará usted gente menos imaginativa que italianos, griegos o españoles.
Para todo lo fantástico, para la creación, son espíritus muertos”, p.166). Como
siempre, el magnífico estilo narrativo de Wilkie Collins empapa la obra de
principio a fin, permitiéndose juegos de toda índole: cambios de perspectiva,
introducción de una pieza teatral que va resumiendo casi escena a escena,
multiplicidad de voces... Una polifonía narrativa con la que el maestro de la
intriga disfruta y hace disfrutara sus numerosos lectores. Magnífica.
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