martes, 25 de agosto de 2015

Gothika



Decía Jean Dutourd, en su extensa novela Los horrores del amor, que los auténticos artistas atesoran “unos privilegios tan odiosos como los nobles del Antiguo Régimen, pero mucho más sólidos. No se les pueden quitar”. Y uno de esos privilegios es la capacidad que poseen para introducirse en un determinado tema literario y, por gastado que se encuentre o por exhausta que se antoje la fuente de la que brota, extraerle nuevos brillos. Es lo que hace la narrador madrileña Clara Tahoces en su novela Gothika, que fue galardonada con el IV premio Minotauro de Ciencia Ficción y Literatura Fantástica, en cuyo notable jurado se encontraban escritores de la talla de Ángela Vallvey, Juan Eslava Galán o Fernando Delgado.
Se trata de un volumen enjundioso, que roza las cuatrocientas páginas, y en el que asistimos a los avatares vitales y emocionales de una joven llamada Analisa, quien se ve convertida sin desearlo en una no-muerta en el siglo XVIII. A partir de ahí comenzarán un largo calvario de ocultaciones, disimulos, horrores y traslados, que la llevarán de un lado para otro durante algo más de dos siglos. En esta agónica travesía acabarán cruzándose en su camino seres tan peculiares como Alejo Espinal (un novelista que escribe libros por encargo), Violeta (quien prefiere que la llamen Darky, y que experimenta una atracción morbosa por el mundo de los chupadores de sangre) o Darío (un joven atormentado por la muerte de su mejor amigo), además de una serie de personajes menores, pero dibujados con buen pulso (la sirvienta Patro, el dulce retrasado mental Jeromín, el intrépido Celso Castro)... Y, por encima de todos, la presencia pútrida de Emersinda, la inquietante tía de Analisa, que gravita en todas las páginas de la novela.
La obra está escrita con pulcritud y fluidez, y consigue capturar la atención de los lectores con notoria facilidad, involucrándolos en una trama donde el terror sanguíneo y el psicológico caminan de la mano. Para comprobarlo, tan sólo hay que dirigirse (por ejemplo) a las páginas 104 y 105, cuando Analisa comienza a darse cuenta de que su tía Emersinda la está arrastrando hacia su mundo oscuro y decide escapar. Pero no cuenta con el hecho de que la anciana, consciente de su voluntad de huir, se introducirá en su habitación y se abalanzará sobre ella, en una escena que sobrecogerá incluso a los lectores más serenos.

Con textos como éste no es extraño que sigan sonando fuerte un género, la novela de terror, que tan asombrosas piezas ha dado a la historia de la literatura, y que de vez en cuando necesita de creadores que inyecten aire fresco en su interior, como la propia Clara Tahoces o el espléndido Javier Quevedo Puchal.

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