Ocurre con el novelista Patrick Ericson un fenómeno
harto curioso: consigue suspender la indiferencia de sus lectores, sea cual sea
el tema que aborde, en cada uno de sus libros. Puede que no te interese en
absoluto el mundo críptico de la masonería, pero te sientes atrapado por las
páginas alucinantes de La escala masónica;
quizá nunca te hayas detenido a reflexionar sobre el ciberterrorismo, pero El ocaso de las siete colinas te
sorprenderá; es probable que las ucronías se te antojen un recurso gastado en
literatura, pero Objetivo: Adolf Hitler
te provocará escalofríos; y tal vez el satanismo no se encuentre entre tus
motivos librescos favoritos, pero La
memoria de Lucifer te helará la sangre... Patrick Ericson, con la habilidad
que sólo tienen algunos —muy pocos— narradores, logra convertir un tema que nos
resultaba ajeno o ininteresante en auténtica obsesión, y se hace dueño de
nuestra mente y nuestra voluntad mientras dura su historia. Y aun después.
Ahora, con su recentísima novela Oro blanco, el escritor de Alhama de
Murcia nos lleva hasta Somalia, lugar donde confluyen y se anudan
habilidosamente varias líneas argumentales: una historia sobre pesca ilegal del
atún, una historia sobre vertidos tóxicos al Índico, una venganza a punto de
cumplirse, una periodista que se propone desenmascarar un negocio sucio en el
que aparece implicada la mafia calabresa, niños obligados a convertirse en
asesinos sin piedad, niñas a quienes se fuerza a la prostitución más escabrosa,
etarras camuflados bajo una identidad inocua, pervertidos sexuales que gozan
provocando la muerte de sus compañeras de cama, doctoras que trabajan en
hospitales sin recursos... Todo ese ramillete de ficciones, que se van
aproximando unas a otras hasta urdir una telaraña de diabólico poder
envolvente, no es sino una parte de Oro
blanco, porque lo capital de esta novela es que su autor no se limita a
enredar o amontonar, sino que relaciona y justifica de un modo coherente,
creíble.
Patrick Ericson, desde luego, nos entrega un libro
de acción, en el que asistimos a bombardeos, ráfagas de disparos, cabezas
cortadas por piratas somalíes, suicidios truculentos, lapidaciones (la que
figura en el capítulo 3 eriza la columna vertebral), ablaciones de clítoris y
hasta cremaciones a sangre fría. Pero el espléndido novelista alhameño no
descuida el otro componente, que equilibra o completa lo anterior: el análisis
de las respuestas humanas en esa zona terrible que es siempre el límite, la
frontera, el borde del precipicio: personas que deben elegir entre matar o
morir, entre sobrevivir o naufragar, entre espirar o expirar. En ese sentido, y
en muchos otros, Oro blanco es una
fabulación impagable y magnífica, porque nos permite observar cómo se comportan
las personas (cómo nos comportaríamos, quizá, nosotros mismos) en esos
lodazales de angustia donde no se tiene margen para elegir y cada segundo puede
salvarnos o costarnos la vida.
Y es que Patrick Ericson lo ha vuelto a hacer:
lejos de encasillarse en una temática o en un método, vuelve a arriesgarse en
zonas peligrosas y sale triunfador con una novela espléndidamente construida e
impolutamente redactada, en la que varios conflictos en teoría lejanos entre sí
se funden ante nuestros ojos en un escenario (el Cuerno de África) muy poco
habitual en la novelística española. No sé qué esperan las mejores editoriales
para publicar su Anochece en Irak.
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