lunes, 3 de agosto de 2015

Domingos buscando el mar



Después de haber leído con agrado y con admiración la novela Hospital Cínico, de Diego Prado, tenía ganas de conocer otras producciones suyas. Por eso me he concentrado unos días en Domingos buscando el mar, un volumen de cuentos que le publicó La bolsa de pipas y que contiene piezas, a mi entender, de enorme valor y de gran plasticidad literaria.
El que da título al volumen me recordó, inevitablemente, la autopista del sur de Cortázar, pero a partir de ese punto todo adquiere un aroma de gran autonomía: “Un personaje pessoano” nos muestra la historia de un maestro de primaria que, habiendo conocido a Fernando Pessoa en una pensión, nos desgrana los pormenores de su relación hasta llegar a un final inesperado y hermoso; “Un soñador lírico” nos pone ante los ojos a un hombre que, mientras está dormido, compone unos versos impresionantes que lo convierten en “el mejor poeta vivo de los tiempos modernos” (p.55); “El eterno llenador” es un cuento melancólico sobre las vidas que se erosionan hacia el vacío o hacia el vértigo; “Azul hastío” nos habla del paso inexorable de los años, que mancillan las tradiciones y agreden a quienes se aferran a su dignidad inmóvil; “El premio” es un relato lleno de ironía sobre el modo en que el Destino puede zarandearnos y, a veces, conducirnos hacia la gloria; “Diciembre sin nombre” nos reserva para la página última su envés de amargura...
Me ha gustado el libro de arriba abajo. Y lo ha hecho no sólo por los argumentos (que son siempre magníficos e inesperados), sino por el fulgor de los adjetivos y metáforas que Diego Prado va colocando aquí y allá, como diamantes dispuestos para los degustadores más puntillosos. Los argumentos cautivarán a todos los lectores; los detalles literarios, a los gourmets.

En conjunto, Domingos buscando el mar es un libro convincente, maduro y de enorme esplendor, que se lee con indesmayable entusiasmo.

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