lunes, 1 de abril de 2024

Los versos de Pedro Pueblo

 


Hemos olvidado, quizá con demasiada rapidez o con preocupante liviandad, que durante unos años la poesía fue, además de belleza y luz, un vademécum de lágrimas, un altavoz, un arma de combate (cargada de futuro). En la actualidad, rebozados en refinadísimos mecanismos de anestesia, contemplamos aquellas páginas de antaño (Gabriel Celaya, Blas de Otero) con la distancia de quien juzga niñería o pataleta coyuntural aquellos libros de denuncia, que a muchos parecen ociosos, chatos o desdeñables. Yo, que me crie con el teatro de Albert Camus y con la música de Paco Ibáñez, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, guardo una profunda gratitud por aquellas gargantas civiles, firmes y aguerridas, que no soñaban tanto con la gloria individual como con la justicia y el pan para todos: un empeño casi evangélico al que ahora se empeñan en que etiquetemos de “ingenuidad”, de “candor” e incluso de otros sustantivos menos nobles.

En esa línea, hoy revisito Los versos de Pedro Pueblo, de Pedro Guerrero Ruiz, un delicado opúsculo en el que, junto a las ilustraciones de Salinas Correas, José María Párraga y Rafael Alberti, se arraciman unos versos de intención patriótica (“Me duele España / como me duele mi madre / cuando enferma”) y sobre todo social (“Yo soy también de los desesperados, / de los que sufren el exilio / de la palabra, de los muertos; / de los ignorantes vivos / y de los que levantan el legón / y edifican el camino”). El poeta lorquino, por si pudiera caber alguna duda al respecto, lo declara con nitidez en la página 29: “Escribo para todos”. Y lo hace para “defender la libertad / con la honradez del verbo”. Sus palabras quieren ser testimonio, compañía, abrazo, sonrisa y consuelo. Quizá porque entiende que la principal misión de la poesía es envolver, apoyar y proteger a las personas más vulnerables.

Recomiendo de forma especial que lean ustedes un poema de honda religiosidad que ilumina el comienzo del tomo (“El Cristo vivo”) y sus preciosos homenajes a Rafael Alberti (“Todo un cosmos”), José María Párraga (“Hermano del alma”) o Paco Rabal (“Que conoce estos poemas desde que surgieron”).

1 comentario:

Juan Carlos dijo...

Comparto plenamente mi admiración y crianza junto a esos que hoy algunos tachan de poetas "ingenuos" (Celaya, Otero), el teatro de Camus y las canciones de Milanés, Paco Ibáñez y otros. Los admiro y por ello veo más que pertinente este libro de Pedro Guerrero Ruiz que hoy nos traes. No sé si serán familia, pero esos apellidos han traído a mi memoria el nombre de Juan Guerrero Ruiz, murciano como Pedro. Estoy casi convencido que algún grado de familiaridad existe entre ellos.
Tomo buena nota de este libro y especialmente de esos cuatro poemas que recomiendas, Rubén. Sé que contigo nunca me equivoco.
Un abrazo