miércoles, 15 de noviembre de 2023

Mañana será otro día

 


Cuando reflexionaba sobre la médula de este libro, sobre el asunto principal que trata (el leitmotiv, que dicen los wagnerianos), fui anotando en una ficha todos aquellos “temas” que nutren y construyen esta espléndida colección de relatos: el dinero, la hipocresía, la traición, las torpezas de la condición humana, los miedos, los esplendores, las rupturas sentimentales, los chantajes, el amor, la vileza… Al final, con una lista tan extensa como variopinta, tuve que resignarme a concluir (o quizá llegué a la lucidez de concluir) que esta obra trata de la vida. De todas las vidas. De la Vida. Y que lo hace con una hondura, y con una delicadeza, y con un desgarro, y con un tino solamente esperables de un observador inteligente. Da la impresión de que Pedro Ugarte contempla la realidad desde un ventanal muy elevado y cristalino, como el panóptico de una prisión; y que su entorno se convierte entonces en un cubreobjetos sobre el que bullen y en el que aman, odian y se agitan sus criaturas, que pronto serán las nuestras. No hablo de frialdad (que nadie se confunda o me malinterprete), no hablo de asepsia, no hablo de crueldad de pantócrator, sino de algo mucho más interesante y desde luego más literario: una mirada bistúrica, unos ojos que chequean, un cerebro que diagnostica, un corazón que escribe.

Y qué prosa, por Dios. No cabe más elegancia. No cabe más musicalidad apolínea. No cabe más absorbente ritmo. A veces, nos hablará de un escritor fracasado (con título de economista), que sobrevive gracias a la largueza inverosímil de su rico amigo Zabala (“El invitado”); a veces, se centrará en un infatigable prestidigitador de la palabra, que maneja su verbo para salir de las situaciones más cenagosas que se puedan imaginar (“Mentiras aprendidas”); a veces, trazará para nosotros con pulso firme el desolador dibujo que aparece cuando se traicionan los ideales (“Soldados del Ejército Rojo”); a veces, nos acercará al complejo problema del terrorismo etarra, desde la figura de un profesor que convierte su delicada condición de víctima en un salvoconducto chantajista para medrar y fortalecerse en la intransigencia y la infamia (“La amenaza”); y a veces, en fin, no dudará en recurrir al humor para presentarnos a un personaje que se maquilla con cemento para tener la cara más dura (“Mañana será otro día”).

Hay que acudir a los libros de Pedro Ugarte, porque siempre emana de ellos una luz literaria de primer orden, que nos reconcilia con la mejor prosa del momento. Yo no me canso de frecuentarlos. Y siempre salgo gozoso de la aventura.

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