Su
nombre y las imágenes de sus libros me han asaltado (casi me han buscado)
durante un par de años: bien porque los veía en bibliotecas, bien porque
algunos de mis amigos comentaban en redes sociales sus opiniones, bien porque
en los suplementos literarios de los diarios la mencionaban. Y ahora, por fin,
he tomado la decisión de leer el primero de sus libros. Y digo bien: el
primero. Porque me ha dejado tan buena impresión que quisiera repetir pronto
con otro.
Este
primer acercamiento se titula La sobriedad del galápago, está ilustrado
por Mimi González, fue editado por la Diputación de Badajoz y está formado por
seis relatos que, funcionando de forma autónoma, también pueden entenderse como
piezas de un puzle, que lo acerca al concepto de novela corta.
Uno
de sus protagonistas es Rechi, un inadaptado que se dedica a “distraer” todo
tipo de objetos en los grandes almacenes y que ahora se ha obsesionado con una
lujosa chaqueta de la marca Armani, valorada en 720 euros. Durante días, ronda
con disimulo a su alrededor y busca la mejor manera de hacerse con ella. Otro
de los peones en esta partida de ajedrez es Julia, la celosa dependienta que
vigila su sección de modo implacable y que no parece mostrar fisuras que
permitan a Rechi perpetrar su hurto. Añadamos a Daniel Cruces, cómplice de
Rechi, que se fija en Julia con demasiada atención; una mantis religiosa que se
encuentra encerrada en un bote vacío de Nescafé; un científico llamado Eugenio
Grady, que ha ideado un experimento para obtener energía eléctrica de forma
insospechada; y una joven que graba un vídeo más bien repulsivo. Ya tenemos
todas las piezas sobre el tablero. Y, con ellas, Sara Mesa erige un relato
pulposo, lleno de matices y giros inesperados, que asombra en sus últimas
páginas con el ingenioso mecanismo de cierre que lo vuelve sobre sí mismo de
forma esférica.
Es evidente que volveré a esta autora. Quizá antes de final de año.
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