jueves, 21 de septiembre de 2023

El comprador de aniversarios



Tengo 57 años, así que pronto alcanzaré el medio siglo como lector. Durante ese tiempo han pasado por mis manos todo tipo de obras: desde los inolvidables y delgados tebeos hasta los volúmenes más gruesos, desde la poesía hasta el ensayo, desde los autores grecolatinos hasta narradores que podrían ser ya, por edad, mis hijos. Con ese resumen pretendo reflejar que he acumulado una experiencia bastante importante, con varios miles de libros leídos y con muchas alegrías (las decepciones se me olvidan con rapidez: prefiero no computarlas). Y ahora, de pronto, me encuentro con El comprador de aniversarios, de Adolfo García Ortega; y no tengo dudas a la hora de admitir que se trata de la obra que más me ha impresionado en mi vida. Podrá pensarse que esa huella que tan hiperbólicamente señalo se deriva del tema que el autor aborda (los campos de concentración nazis), pero me adelanto a desmentir esa hipótesis: entre las lecturas mencionadas arriba se incluyen un centenar de tomos relacionados con el mundo horroroso que crearon Hitler, Himmler, Heydrich, Goebbels y otros malnacidos putrefactos: bastará con invocar los nombres de Markus Zusak, John Boyne, Primo Levi, Viktor Frankl, Jorge Semprún o Bernhard Schlink.

No.

La impronta que me ha dejado este libro de Adolfo García Ortega tiene mucha más relación, desde luego, con la brillantez literaria con la que ha sido redactado y construido que con los horrores que conforman su argumento. E imagino que hablar de “primores estilísticos” cuando se está abordando la lectura de un libro tan duro, tan sobrecogedor, tan desgarrador como este, puede antojarse casi un sacrilegio o una observación fría; pero les aseguro que no me mueve ningún espíritu frívolo. El escritor vallisoletano, consciente de la semilla llena de temblores sobre la que ha posado sus letras (una referencia diminuta en cierto libro de Primo Levi), tuvo que plantearse necesariamente la idea de cómo dar forma al material sensible que tenía entre las manos. No se trataba tan sólo de trasladar a los lectores un relato lacrimógeno, sino un relato sólido, robusto, bien organizado. Y a fe que consigue un resultado inmejorable, donde los planos narrativos, las perspectivas, los juegos temporales y espaciales, la imaginación y la documentación se unen para esculpir una novela imposible de olvidar; una novela que he tenido que leer a sorbos lentos, porque muchas veces sentía los ojos empañados o el corazón encogido (literalmente); una novela llena de dolores reales y nombres ficticios; una novela sobre la necesidad de no olvidar aquellos crímenes inauditos que llenaron de sangre el continente europeo; una novela por la que siempre le estaré agradecido a este escritor.

No se me ocurre mejor resumen o mejor consejo que pedirles que la lean: van a sufrir, se van a emocionar y van a aprender.

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