Mario,
el atormentado protagonista de este drama, reflexiona en el segundo acto sobre
el mundo de los sueños y dictamina: “Hace trescientos años un sacerdote español
escribió nuestra primera comedia de interpretación de sueños”. Para, de
inmediato, redondear su juicio: “Es curioso; hasta ahora no me había fijado en
que el protagonista de La vida es sueño se llama también Segismundo.
Igual que Freud”. Y es que, en efecto, nos encontramos ante una obra teatral
donde el gran tema es un hondo interrogante: ¿qué nos quieren decir los sueños?
¿Cuál es el mensaje que nos quieren transmitir, bajo su código simbólico?
La
acción arranca desde un punto más bien triste: Mario, cuyos padres murieron en
dos desgraciados accidentes ocurridos el mismo día de su infancia, se encuentra
en estos momentos al borde de la ruina. Ha estado durante años desarrollando un
invento que podría haberlo convertido en millonario, pero una empresa
extranjera se adelantó y patentó por sorpresa el mismo invento, cuando él ya se
encontraba listo para hacerlo. Ahora solamente le queda la opción de vender la
vieja casa familiar y tratar de sobreponerse a ese revés. No obstante, todo
parece complicarse a su alrededor: su esposa Susana, por la que Mario siente
adoración, parece distraída cuando está a su lado; su amigo Alfredo se comporta
también de un modo esquivo; su cuñada Laura está pendiente de marcharse fuera
de España con una beca; y Mario tiene una pesadilla en la que su admirado amigo
Gabriel, médico, se obstina en descubrir las claves que expliquen los traumas
de Mario. ¿Qué se oculta, tras todos estos ingredientes enigmáticos? Una densa
historia de infidelidades, traiciones, traumas cenagosos, rencor, frustraciones
y viejas cuentas pendientes, que Alejandro Casona construye con elevada pericia
y que nos da como resultado una pieza teatral que resiste muy bien el paso del
tiempo.
Tres fragmentos subrayo en mi ejemplar: “No hay mejor descanso que cambiar de cansancio”. “Siempre me han interesado los poetas. Generalmente, saben poco, pero enseñan mucho”. “Por grande que sea nuestro orgullo todos sabemos que la palabra de la ciencia será siempre la penúltima. Un paso más y empieza el misterio”.
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