Me
resulta muy difícil explicar por qué algunos autores logran seducirme desde la
primera página y por qué a otros los abandono en medio de descomunales bostezos
nada más iniciar su lectura. Nunca he logrado formular una explicación del todo
satisfactoria, porque entiendo que se aúnan demasiados elementos (tema, ritmo
de la frase, vocabulario, tono narrativo) como para resumirlos en una simple
etiqueta. Tendrá que ver, me imagino, con aquello de las “afinidades electivas”
que pregonó Goethe. O no, cualquiera sabe. El caso es que, desde que posé mis
ojos en las primeras hojas de Los colores del adiós, de Bernhard
Schlink, me enamoré de su escritura. Por eso salté de inmediato hasta El
lector. Y por eso ahora he enriquecido mi espíritu con La nieta, que
la editorial Anagrama acaba de lanzar en España gracias a la traducción de
Daniel Najmías.
Fijemos
la mirada en la acción con la que arranca la narración: Kaspar Wettner, un librero
que adora la música clásica y que está casado con la inestable Birgit, descubre
al llegar a casa el cuerpo sin vida de su esposa, que se ha ahogado tras una masiva
ingesta de alcohol y pastillas. Y ese doloroso trance se completará muy pronto
con el descubrimiento de unos escritos de Birgit donde habla de cómo huyó de la
RDA para venir hasta la RFA (iniciando así su vida con Kaspar) y, sobre todo,
cómo dejó atrás a una hija, cuya existencia ni siquiera sospechaba su actual
marido. Asombrado por la revelación, el librero entiende que ahora su objetivo
debe ser encontrar a esa hija perdida, cuyo rastro aún puede ser detectable si
acude a las personas adecuadas (aquellas que rodearon a Birgit cuando vivía en
el sofocante mundo situado al otro lado del Telón de Acero). De esa manera, tan
sencilla y tan triste, se inicia un singular viaje que llevará a Kaspar hacia
el ayer (y también hacia el futuro), permitiéndole descubrir a Svenja, su
inesperada hijastra, una muchacha que ha vivido demasiado tiempo rodeada de
personas violentas, que la llevaron a convertirse en una joven conflictiva (“Se
drogaba y daba palizas a homosexuales y extranjeros, dormía en la estación y en
trenes”) y que ahora está casada con el codicioso Björn, un férreo hitleriano
que cree en la supremacía de Alemania y que niega el Holocausto. El choque que
siente en su alma el sosegado Kaspar es terrible, pero aún será más profundo
cuando observe que la hija del matrimonio (su nieta Sigrun) corre el peligro de
convertirse en otro ser irreflexivo, virulento e intransigente, como sus
padres.
A
partir de ese punto, todo el interés del protagonista consiste en conseguir que
Sigrun observe, piense, razone y decida por sí misma, calibrando las verdades y
las mentiras que han rodeado su vivir y el vivir mismo de la nación en la que
ha nacido. Pero el proceso será largo, lento, y exigirá de Kaspar una
abrumadora dosis de paciencia, ternura y empatía.
La
nieta es una conmovedora reflexión sobre el alma torturada de
Alemania, que tiene que equilibrar dentro sí los horrores y las grandezas de su
pasado, para seguir caminando hacia el futuro. Quizá porque asumir de forma
plena las atrocidades del ayer constituye el primer paso imprescindible para
evitar la repetición de las monstruosidades, pedir perdón y comenzar de nuevo.
Por su lenguaje, por su ritmo exquisito, por su espíritu integrador, La nieta se convertirá en una de las grandes novelas de la nueva temporada literaria.
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