A
principios del año 1997 me inundó, mientras trabajaba en el instituto Saavedra
Fajardo de Murcia, la vergüenza de no haber leído más que una docena de libros
clásicos grecolatinos, y le pedí consejo a mi compañero de entonces, Miguel
Haro, profesor de griego. No conservo (ay) la lista de autores que me pasó,
pero sí que estoy seguro de que la encabezaba el nombre de Menandro.
Hoy
vuelvo a ese autor para releer su breve pieza El escudo, que traduce
Pedro Bádenas de la Peña (Gredos, 1986). Es una agradable farsa cómica de
enredo, cuyo eje central es un escudo recuperado después de una batalla, que
permite suponer muerto a su propietario… sin ser cierta tal circunstancia. Es
una lástima que el final de la obra se encuentre tan mutilado y que presente
tantas lagunas textuales.
Dos
citas he marcado con lápiz rojo en mi edición: “Para un soldado […] es difícil
encontrar un pretexto para salvarse”. “Quien tropieza una vez se vuelve
precavido”.
Creo que en un par de días seguiré con este autor.
2 comentarios:
La perdida de las armas era una gran deshonra para los antiguos, muchas de las comedias de Aristófanes se ensañan con el cobarde Cleón, un politiquete ateniense de pacotilla que, en efecto, pierde su armas en batalla. Tendré en mente a Menandro para revisarlo eventualmente!
Justamente tengo un ejemplar igual, de una colección que pertenecía a mi abuelo. Pero confieso que no lo he leído.
Algún día.
Besos 💋💋💋
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