sábado, 12 de marzo de 2022

Niños en el tiempo

 


Cuando el lector se adentra en las páginas de Niños en el tiempo, de Ricardo Menéndez Salmón, experimenta un evidente desconcierto, sobre todo si ha leído el texto que aparece en la contracubierta, que califica el volumen como “novela”. Es inevitable en ese momento fruncir las cejas y mostrar una lógica desconfianza. ¿Novela? No parece serlo. Veamos. El lector encuentra un primer largo relato donde se nos habla de un matrimonio formado por el escritor Antares y la adorable Elena, que viven una existencia feliz hasta que el cáncer les arrebata a su único hijo. Esa brutal amputación terminará por erosionar y destruir también el vínculo entre ellos, que se muestran incapaces (sobre todo Elena) de asumir la pérdida traumática del niño. Acabada esa historia, Menéndez Salmón nos propone una segunda, en la que nos sitúa en Oriente y nos va recreando la infancia perdida y desconocida de Jesús. Crea esta narración una persona que, aun careciendo de fe, considera razonable dotar a la conocida figura religiosa de una niñez detallada, que la religión católica incomprensiblemente ignoró u ocultó. Por fin, en el tercer relato nos encontramos con una chica que acaba de descubrir que se encuentra embarazada y que ha decidido instalarse unas semanas en Creta, lejos de su vida habitual y del padre de la criatura. Allí conoce a un anciano español que afirma llamarse Antonio (aunque le deja claro que se trata de un nombre fingido), que la acompaña en sus paseos por la isla. En ese instante, cuando faltan diez páginas para la conclusión del libro, el lector ya está absolutamente convencido de que la etiqueta de “novela” resulta inadecuada para este libro, porque se trata de una reunión de tres maravillosos y bellísimos relatos.

Menéndez Salmón es un espléndido escritor (lo he descubierto en los últimos meses y me asombra de manera exponencial con cada volumen suyo que voy devorando), pero en Niños en el tiempo he descubierto una nueva faceta suya: la de habilísimo arquitecto. Porque la obra tiene uno de los mejores finales que he leído en años (melancólico, bellísimo, sobrecogedor) y te termina mostrando que sí que estamos ante una increíble novela. Permítanme que no les revele la razón y que los invite a que lo descubran por sí mismos.

Un auténtico prodigio de novela, que tardarán en olvidar.

2 comentarios:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Este es uno de los libros para leer que mi marido tiene en su escritorio, creo que aún no lo ha leído porque no lo ha reseñado, pero cada vez que lo veo me apetece leerlo en ese momento ☺️😉💋

Juan Carlos dijo...

Hola, Rubén:
Corro a buscar esta quasi novela de Martínez Salmón, autor para mí desconocido hasta ahora mismito. La verdad es que la historia es potente y esa manera de jilarla a través de tres relatos quasi independientes me ha captado.
Un abrazo fuerte