No,
la narración de Gabriel de Araceli no ha terminado. Por un azar maravilloso (lo
han dado por muerto tras fusilarlo, pero ha sobrevivido), el muchacho logra
reponerse y seguirnos contando la gesta que los españoles están acometiendo en
su lucha contra el invasor francés, al que se enfrentan con todo su fogosidad y
con toda su fe, aunque la diferencia de potenciales entre ambos ejércitos
resulte abrumadora (“La estrategia, la fuerza y la táctica, que son cosas
humanas, no pueden ni podrán nunca nada contra el entusiasmo, que es divino”,
cap.IV). De ahí que se estén consiguiendo victorias cada vez más llamativas,
que culminarán con el impresionante triunfo en Bailén, donde las tropas galas
fueron barridas y acabaron rindiéndose.
En
relación a la historia menuda de Gabriel, lo más novedoso es que consigue dar
con Inés (que está ingresada en un convento) y que logra que ella salga de
allí… aunque sea para terminar viéndola marchar hacia la capital al lado del
mentecato heredero de Rumblar (al que Galdós dibuja con rasgos no sólo
infantiloides, sino casi de retrasado mental).
Meticuloso en la descripción de batallas, escaramuzas y otras pendencias, el gran novelista canario nos deja en estas hojas bellísimas la visión cinematográfica del enfrentamiento entre tropas francesas y voluntarios españoles: durante la lectura sientes el pánico de los soldados, la sed casi insoportable, la tensión continua, los fríos nocturnos, el sudor, el orgullo, el sacrificio, la nobleza y la mezquindad. Y cuando terminas sus páginas te encuentras exhausto, como si apoyaras el arma en el suelo y te abrieras la camisa para respirar en medio del olor a pólvora y de la sangre. Magistral.
1 comentario:
¡Ay, los episodios nacionales! Sentimientos encontrados y enfrentados 😅 No sé si me animo con una relectura.
Besos.
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