Cuando el lector se coloca ante una obra de Enrique Jardiel
Poncela tiende a pensar que las páginas que va a recorrer con su vista
pertenecerán al ámbito del humor, ámbito en el que el madrileño fue patriarca
indiscutible. Pero en el caso de la novela corta La sonrisa de Vadi (publicada originalmente en 1922 y ahora de
nuevo puesta en circulación por el sello Dokusou) no ocurre así, porque nos
encontramos ante un relato donde la fatalidad, el exotismo y los poderes
paranormales constituyen la médula del argumento, sin asomo de sonrisas.
Y es una novela en la que, además, Jardiel maneja sagazmente
varios recursos de muy llamativa factura: de un lado, el cambio de narrador
(comenzamos creyendo que Federico Humanes es quien nos cuenta la historia, pero
pronto descubrimos que la estrategia narratológica es más compleja, gracias a
la aparición de un segundo narrador-reconstructor de la historia, y aun de
informantes secundarios, que la enriquecen y matizan); del otro, el
cosmopolitismo de sus protagonistas (Silvio y Federico se conocen en Arizona;
el segundo se traslada a Madrid tras enviudar; vuelven a reencontrarse en
Argentina, donde Silvio vive con su esposa hindú; etc); y, por fin, la exploración
novelesca sobre el mundo de la hipnosis o el control mental, que Patna Tutikor
maneja con endiablada y retorcida habilidad para adueñarse del cerebro de
cuantos la circundan.
Acabada la obra, el lector se siente todavía incómodo, porque
no ha logrado del todo comprender por
qué sonríe tanto el enano Vadi, sirviente fiel de Patna, que incluso al
ingresar en la muerte parece mostrar la dentadura con inquietante constancia.
Si Enrique Jardiel Poncela era un gigante del humor, en estas páginas se eleva a la misma altura en una narración de misterio, bien trazada y bien resuelta.
1 comentario:
qué placer el haberte conocido
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