De vez en cuando me gusta acercarme a libros que tengo en las
estanterías desde hace décadas y que, siendo herencias familiares, no habían
despertado aún mi curiosidad. Uno de esos tomos se titula Cuentos amatorios y está firmado por el granadino Pedro Antonio de
Alarcón, diputado, senador y académico de la Lengua. La experiencia, tengo que
admitirlo, no ha sido decepcionante.
Junto a la bizarra sensualidad del relato “La Comendadora” habita la crueldad social de “El coro de ángeles”; junto al humor putañero de “La última calaverada” nos encontramos con el humor mezquino y sarcástico de “Tic-tac”. En suma, un ameno y variopinto catálogo de narraciones, fluidamente desarrolladas, que me informa de los tres olores favoritos del autor (“Hablo del olor a tierra mojada por agua de tempestad, del olor a mujer y del olor a papel impreso”) y que me sugiere la posibilidad de volver a abrir alguna otra obra suya. Hoy por hoy, no me parece descabellado.
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