Imaginen a un preso inteligentísimo y muy poderoso, que
durante los primeros años de estancia en prisión rumia de forma constante su
venganza contra el comisario Delmar, el hombre que lo colocó entre rejas.
Imaginen también que ese preso no anhela una venganza sangrienta o inmediata, que
sería lo esperable de un espíritu primario, sino una dilatada tortura que
cerque, erosione y destruya a su enemigo con lentitud de gotera medieval.
Imaginen también que el muñidor del plan opta por el suicidio en la Nochebuena
de 1974, cuando aún se encuentra en la cárcel. E imaginen que su complicadísima
venganza se extiende hasta la Nochebuena de 1990, en la cual ha determinado que
el infame Delmar reciba una carta donde se le explican los pormenores de su
obsesiva urdimbre vengativa y, como consecuencia, se suicide arrojándose por
una ventana. Todo muy loco, todo muy improbable, todo muy fantasioso, ¿no les
parece?
Pues ha llegado el momento de que dejen de imaginar y se
adentran en las abrumadoramente perfectas páginas de Esta noche moriré, de Fernando Marías, donde se plantea esa
situación con aires de verosimilitud. Explicar de qué forma lo consigue
equivaldría a destripar su prodigiosa maquinaria narrativa, y en modo alguno
incurriré en dicha abominación. Además, necesitaríamos tantas líneas para
hacerlo que, al final, como en aquel mapa escrupuloso del que se hizo eco Jorge
Luis Borges, el resumen coincidiría casi exactamente con la novela en sí. Baste
con indicar que Corman es capaz de anticipar por escrito casi todos los
acontecimientos, emociones, cronologías y sentimientos que zarandearán a su
oponente en el futuro; y aunque el lector, desde el punto de vista racional, se
sienta inclinado a descreer de este minucioso resumen por lo que tiene de improbable
y fantástico, el vigor narrativo de Fernando Marías es tan evidente que se
termina aceptando la lógica interna del relato.
En esta carta-resumen que recibe Delmar temblorosamente en la
Navidad de 1990 se habla de accidentes de coche, sexo, psiquiatras,
violaciones, asesinatos, coqueteos con las drogas, triángulos amorosos, peleas,
traiciones, enterramientos prematuros, lágrimas, mendicidad y fotografías
asombrosas. Y todo ello, aunque resulte difícil de explicar o de aceptar,
responde a una meticulosa hoja de ruta que Corman diseña con implacable
exactitud.
Sólo el pulso firme de un maestro puede mantener esta ingeniería narrativa en pie sin que el lector dude o deserte. Por eso el bilbaíno Fernando Marías es uno de los grandes. No lo duden ni por un momento.
1 comentario:
Me gusta mucho tu reseña parece un libro maravilloso donde uno puede leer y dejar de leerlo Tu comentario es de lo mejor Un abrazo grande muchacho desde el silencio del mar en Miami
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