viernes, 3 de septiembre de 2021

Quemados sin arder

 


Vuelvo a acercarme (la primera lectura la efectué en abril de 1995) hasta la obra Quemados sin arder, del ciezano Fernando Martín Iniesta (Fundamentos, 1989). Y me ha gustado, como me gustó entonces. Me ha fascinado el modo tan puro en que el escritor retrata su época inconformista, luchadora y utópica, sus años de ilusión y de limpieza moral. Pero pronto todo queda salpicado de represión sexual, de hondas buhardillas llenas de libros y discos, de curas obreros que juegan la baza del “únete a ellos”. Son tiempos de luchar y también de bailar en la calle. Tiempos hermosos y quizá (seguro) dilapidados. Se puede estar de acuerdo con sus ideas; se puede ser impermeable o incluso refractario ante ellas; pero hay que admitir la honradez originaria cuando se la tiene delante. Personas que se ilusionaron en creer y que, al fin, recibieron la bofetada inmisericorde de la historia o de la realidad, trituradora de cualquier fe.

En 1995 subrayé en rojo muchas frases del libro, pero el tono se ha apagado y ya no merece la pena recordarlas.

Qué tristeza produce la extinción de ciertos proyectos.

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