En los últimos años he visto dos o tres veces la película El resplandor, de Stanley Kubrick; así
que he querido comprobar hasta qué punto la novela homónima de Stephen King
lograba (o no) provocarme las mismas sensaciones de horror, inquietud y
desasosiego. Por eso, he dedicado unos días a visitar las instalaciones del
hotel Overlook y a familiarizarme con los personajes de Jack Torrance, el
receptivo Danny, la valerosa Wendy, el señor Hallorann o el sinuoso espectro de
Grady.
He tenido, evidentemente, que “reajustar” mi cabeza para
situarme en el mundo creado por King, sin que las imágenes de Nicholson, Duvall
o Crothers actuaran como elementos de distorsión. Yo quería leer la historia original de Stephen King. Y eso he
hecho, a pesar de que en ella muchos elementos (muchísimos) resulten diferentes
a los mostrados en la película de 1980. En la novela no se encuentra la escena
del bate de béisbol por las escaleras, ni Torrance rompe puerta alguna con un
hacha, ni Wendy se pasa media historia lloriqueando… A cambio, he tenido la
alegría de encontrarme con unos personajes densos, fuertes, psicológicamente
muy bien trabajados, y con secuencias de auténtico espeluzno. Además, he leído
con auténtico placer los delicados matices que tiene la relación mental entre el cocinero Hallorann y el
niño Danny; la brava entereza que muestra siempre Wendy (capaz de luchar físicamente
con su marido para defender a su hijo, soportando incluso la rotura de varias
costillas); o la siniestra eficacia de algunas escenas, mejores en la novela
que en la versión cinematográfica (las figuras vegetales del laberinto que
cobran vida, el señor Grady charlando con Torrance, el “despertar” que
experimenta éste cuando está a punto de matar a Danny con un mazo de roque, etc).
Pero, sobre todo, reconozco que lo más gratificante para mí ha
sido comprobar la manera en que el escritor de Portland construye el pasado (y
con eso explica el presente) de sus personajes: los problemas laborales y
alcohólicos de Jack, la turbia relación de Wendy con su familia, la fractura de
brazo que Danny soportó tras un acceso de furia de su padre, etc. Sin esos ingredientes,
la obra sería tan sólo una novela de terror. Con ellos, es una magnífica
novela.
Stephen King me ha vuelto a convencer de su maestría con esta obra.
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